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Un día entre islas en Matsushima

Miyagi Naturaleza Playas e Islas Prefecturas Regiones de Japón

Una vista por la que vale la pena viajar. Una vista que vale la pena recordar. El honor de estar en el podio de las mejores vistas del país. ¿Hasta dónde debería elevar mis expectativas? Elogiado durante siglos, Matsushima ha sido aclamada como una de las Nihon Sankei 日本三景, o las Tres Vistas de Japón, junto con Amanohashidate en Kioto y el torii del Santuario Itsukushima de Miyajima. La frase apareció por primera vez en el siglo XVII, siguiendo una larga tradición japonesa de nombrar y clasificar paisajes, dándoles en el proceso una mayor permanencia en el ideario colectivo.

Pero las clasificaciones tienden a difuminarse una vez que estás de pie frente al paisaje real. ¿Qué es lo que hace que Matsushima sea digno de esa etiqueta? ¿Es la geometría de las islas esparcidas por la bahía? ¿La alargada óptica de la tradición poética? ¿O la infraestructura que sustenta la escena con puentes, miradores y lugares seleccionados para tomar fotos? Después de explorar Sendai, no podía irme de la prefectura de Miyagi sin ver la leyenda y descubrirlo por mí misma.

Pero decidí empezar por otro sitio. Antes de llegar a la bahía de la que todo el mundo habla, hice una breve parada en Katsurashima. A solo un ferry de distancia, y apenas conocida por nadie.

Una breve pausa en Katsurashima

El ferry de Shiogama llegó a Katsurashima, la primera de las islas Urato, en menos de media hora. Desembarqué en un modesto muelle y deambulé por la tranquila playa, con un ambiente apacible pero de un silencio ligeramente inquietante, en contraste con los hermosos campos de girasoles del lado opuesto.

Playa de Katsurashima

Justo en la colina, el Santuario Matsuzaki está casi oculto tras una arboleda. Conocido también como el Santuario de Katsurashima, sus orígenes se remontan a las deidades sintoístas asociadas desde hace mucho tiempo con la producción de sal, y su ubicación marca la continuidad de los rituales de la isla que se remontan a siglos atrás.

Cerca, un pequeño y divertido rincón en la cima de un campo de colza me llamó la atención. Un banco blanco y un cartel de «Bienvenidos» invitan a los visitantes a sentarse y disfrutar de la vista. Al parecer, los isleños llaman a la pequeña isla que se ve a lo lejos «roca que hace llover» 雨降石 y tradicionalmente acuden aquí para rezar por la lluvia.

Banco en Katsurashima con vistas a la roca que hace llover

Por mucho que me encantara el ambiente tranquilo de la isla, volví al muelle para coger el siguiente ferry de vuelta. Si puedes permitirte el tiempo extra, el ferry local es una forma conveniente de hacer islas en isla para visitar las islas Urato en un día.

Cruzando hacia Matsushima

De vuelta en el ferry, el viento arreció ligeramente mientras el barco atravesaba el canal hacia Matsushima. La bahía, salpicada de islotes cubiertos de pinos, parecía tranquila a pesar del movimiento. De vez en cuando, la luz se abría paso entre las nubes, bañando el agua con pálidos y cálidos haces luminosos.

Puente Togetsukyo en Ojima, Matsushima

Desembarcé cerca de Ojima, una de las islas más pequeñas vinculadas al continente por el corto y elegante puente Togetsukyo. Un letrero lo marcaba como un lugar sagrado, y las barandillas pintadas de rojo contrastaban con el verde de las ramas de los pinos que lo cubrían. La isla en sí está deshabitada, pero lejos de estar vacía. Cerca de la entrada hay monumentos de piedra dedicados al gran poeta Matsuo Basho (1644-1694) y al famoso haiku de Matsushima que se le atribuye a él y a su aprendiz y compañero de viaje Kawai Sora.

Más adentro, unos marcadores desgastados señalan el antiguo emplazamiento de Shoginan, una pequeña ermita ligada a un monje Rinzai que vivió en reclusión durante unos 12 años. Los cimientos siguen siendo vagamente visibles entre el musgo. Es un lugar tranquilo, ideal para la contemplación, y un interesante punto de partida para ver cómo la historia de Matsushima comienza a convertirse en leyenda. Mucho antes de su inclusión como parte de las Tres Vistas de Japón, la belleza de la zona ya era celebrada en poemas desde el periodo Heian (794-1185).

Puentes a las islas, puentes a las historias

La transición de Ojima a Fukuurajima supuso un cambio de escala. Fukuurabashi, el largo puente rojo que conecta el continente con Fukuurajima, se extendía con seguridad sobre el agua, con 252 metros de acero pintado que contrastaban con las olas bajas y las colinas escalonadas. En esta tarde cálida y ligeramente nublada, el puente no brillaba tanto como se mantenía firme, con su reflejo roto por la marea.

Fukuurabashi en Fukuurajima

Fukuurajima es más grande de lo que parece desde la costa. Una vez cruzado, el sendero se bifurca rápidamente. Tomé el camino ascendente hacia Miharashidai, una pequeña plataforma de observación situada en el borde de la espina dorsal boscosa de la isla. La vista se abrió brevemente hacia la bahía, donde las islas de pinos se dispersaban en ritmos irregulares.

En una curva, un pabellón de madera enmarcaba la vista con fines estéticos. Un poco más adelante, escondido entre los árboles, se encontraba un pequeño santuario Benzaiten, uno de los muchos relacionados con el agua, la música y la fortuna.

Templos enmarcados por pinos y agua

De vuelta en tierra firme, más cerca del centro de la ciudad, la arquitectura sagrada de Matsushima rivaliza con la belleza de las islas. El Pabellón Godaido, encaramado en un pequeño islote rocoso frente a la costa, es lo primero que llama la atención. Construido como salón exterior del templo Zuiganji, alberga cinco deidades budistas que solo se muestran al público cada 33 años (la próxima fecha prevista es en 2039).

La mayoría de los visitantes cruzan el puente Sukashi すかし橋 sin darse cuenta de que ha sido diseñado para exigir su atención: los huecos entre las tablas ofrecen vistas directamente al agua, obligándote a mirar hacia dónde estás pisando.

Antes de visitar el complejo principal de Zuiganji, no olvidéis pasar por Kanrantei. Antiguamente, una casa de té para los señores feudales, ahora abierta al público, se encuentra de espaldas a las colinas y con la mirada fija en la bahía.

Casa de té Kanrantei

El propio Templo Zuiganji, apartado de la carretera y rodeado por cedros altos, es un magnífico complemento al paisaje costero. La estructura actual data de 1609 y fue encargada por Date Masamune. Merece la pena dedicar tiempo a apreciar los tesoros cuidadosamente conservados del interior, así como el jardín del patio y los diferentes pabellones.

Templo Zuiganji

Justo al lado, el Templo Entsuin sigue sorprendiendo con tesoros de la familia Masamune. Su jardín japonés y el Mausoleo de Sankeiden, crean una atmósfera mágica, envuelta en musgo y una exuberante vegetación que aún se puede disfrutar a finales del verano.

Mausoleo Sankeiden en el templo Entsuin

La forma de una vista

Desde los cuatro miradores clásicos de Matsushima (Otakamori, Tomiyama, Ogitani y Tamonzan) solo tuve tiempo de subir al Tomiyama, conocido históricamente como la «Vista Hermosa» (麗観, reikan). El nombre sugiere una postal perfecta. Hoy en día, la vista incluye más cosas: hoteles, tejados, estelas de ferry que surcan la bahía.

Las formas inalteradas de los islotes cubiertos de pinos siguen dominando el horizonte. Pero lo que les rodea ha cambiado. En los grabados ukiyo-e, la escena aparece suspendida en el tiempo: intacta, idealizada. Ahora, está anclada por la infraestructura cotidiana. Me detuve en el mirador, mientras iba ajustando mi vista. El tiempo nublado aún ofrecía suficiente luz para distinguir las islas del mar. Para cuando comencé mi descenso, el cielo empezó a despejarse. Gracias, estimado clima del Pacífico, por no ponérmelo nunca fácil.

Cómo llegar a Matsushima

Matsushima es una excursión fácil de un día desde Sendai. La opción más rápida es la línea JR Senseki, con trenes frecuentes que salen de la estación de Sendai hacia la estación de Matsushima-Kaigan. El trayecto dura unos 40 minutos y la estación está a solo unos minutos a pie del paseo marítimo y de la mayoría de los principales lugares de interés. Si viajas desde Tokio, debes tener en cuenta el Tohoku Shinkansen entre Tokio y Sendai, que tarda unos 90 minutos

Si comienzas tu visita por Katsurashima o alguna de las otras islas Urato, toma la misma línea Senseki, pero baja en la estación Hon-Shiogama. Desde allí, es un corto paseo hasta la terminal Marine Gate Shiogama, donde el ferry salen durante todo el día. Los horarios varían según la temporada y el clima, por lo que es esencial verificar con anticipación, especialmente entre semana.

Matsushima lleva siglos a la altura de su nombre, y su atractivo sigue intacto a pesar de los cambios más recientes. Como una de las “Tres Vistas” de Japón, detenerse a contemplar estos paisajes permite intuir parte del ideal estético que ha marcado buena parte de la cultura japonesa. Pero incluso sin ese contexto, el lugar tiene un encanto propio que no necesita explicación.

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