Saltar al contenido principal

Ishigaki, una isla que se deja descubrir con lentitud

Comida y bebida Compras Compras y entretenimiento Dulces Naturaleza

Ishigaki invita a bajar el ritmo. Vinimos a esta pequeña isla de Okinawa con intención de recorrerla sin apuro ni ánimo de cubrirlo necesariamente todo. Decidimos dedicarle 4 días después de nuestro paso por Naha para descansar y dejarnos llevar por el tiempo que circula a otra velocidad en este rincón del archipiélago.

Sin infraestructura ferroviaria y opciones limitadas de transporte público, la opción más práctica es la de alquilar coche para ir con comodidad suficiente, aunque la intención sea la de perderse un poco. Lo que sigue son unas cuantas pinceladas de nuestra visita y algunos de los motivos por los que Ishigaki debería estar en tu radar para una merecida desconexión del resto del mundo.

Yonehara y Hirano, playas que no necesitan filtros

Lugares como la playa de Yonehara 米原ビーチ o la playa de Hirano 平野ビーチ superan con creces cualquier expectativa. Aguas transparentes, arena clara, tan solo el murmullo del agua y la vegetación. Ni una sombrilla, ni un chiringuito, ni un dron. Tampoco multitudes. A ratos, ni siquiera otra persona. Contábamos con ello, así que llevamos refrigerios para hacer un pequeño pícnic.

Playa de Yonehara en Ishigaki
Playa de Yonehara

El hecho de que no haya instalaciones, ni duchas, ni alquiler de tablas, ni nada por el estilo es parte del encanto y justamente la clase de elementos que buscábamos en un destino como Ishigaki. Son playas que todavía no han sido traducidas para el turismo de masas y ruego al cielo para que así siga. 

Playa de Hirano
Playa de Hirano

Volvería solo por esto. Por la sensación de estar exactamente donde hay que estar, sin más decorado que el cielo y la línea del horizonte.

  • Yonehara Beach


    establishment, natural_feature
  • Yonehara Beach, 644 Fukai, Ishigaki, Okinawa 907-0451, Japan
Ver detalles
  • Hirano Beach


    establishment, point_of_interest, tourist_attraction
  • J84G+6V, Hirakubo, Ishigaki, Okinawa 907-0331, Japan
Ver detalles

Miradores al borde de la quietud

En el Mirador del Parque de Kabira 川平公園展望台, la sombra de los pinos se alarga sobre los caminos pavimentados. Desde la barandilla del mirador, la vista se despliega sin interrupciones: islotes redondeados flotan sobre aguas de un turquesa irreal, el viento apenas se escucha y las embarcaciones blancas parecen suspendidas. Pese a la fama del lugar, el bullicio turístico queda en segundo plano.

  • Kabira Park Observation Deck


    establishment, point_of_interest, tourist_attraction
  • Japan, 〒907-0453 Okinawa, Ishigaki, Kabira, 川平公園
Ver detalles
Mirador del Parque de Kabira

Más al norte, Hirakubozaki 平久保崎 abre el horizonte. La carretera serpentea entre colinas cubiertas de verde hasta desembocar en el faro blanco, plantado frente a la inmensidad. Desde el mirador, la costa dibuja una curva perfecta. El mar, cada vez más oscuro a medida que se aleja, respira en capas de azul que contrastan con el cielo.

  • Hirakubozaki


    establishment, point_of_interest, tourist_attraction
  • Hirakubo, Ishigaki, Okinawa 907-0331, Japan
Ver detalles

La belleza subterránea de Ishigaki

El acceso a la Cueva de estalactitas de Ishigaki 石垣島鍾乳洞 se encuentra al final de un sendero ajardinado, flanqueado por orquídeas y arbustos tropicales. La entrada, decorada con tejas curvas y elementos de inspiración china, introduce con cierta teatralidad un entorno que, bajo tierra, se impone por su propia fuerza.

Entrada a cueva de estalactitas en Ishigaki

La cueva, formada hace más de 200.000 años, serpentea a través de la roca caliza con una riqueza de formas que parecen inspirados en un paisaje fantástico. Estalactitas, columnas, pliegues y salientes se suceden con una belleza que no responde a más diseño que los caprichos del azar. La mayor parte del recorrido cuenta con una iluminación funcional, aunque un par de sectores han sido adornados con luces de colores que buscan quizá realzar el espacio, pero en el fondo lo distraen. La belleza de la naturaleza no necesita accesorios. Y este tipo de intervención plantea una pregunta simple: ¿qué suma, y qué resta, en un lugar que se bastaba solo?

  • Ishigaki Stalactite Cave


    establishment, point_of_interest, tourist_attraction
  • 1666番地 Ishigaki, Okinawa 907-0023, Japan
Ver detalles

Ishigaki Yaima Village, aldea tradicional con invitados inesperados

Ishigaki Yaima Village 石垣やいま村 es un museo al aire libre que conserva y exhibe varias viviendas tradicionales del periodo Ryukyu que han sido reubicadas desde distintos puntos de la isla. Una interesante visita que permite entender cómo eran las construcciones domésticas de la región antes de que las formas modernas las desplazaran: techos de tejas rojas, pilares de madera, y amplios porches que fluyen con el exterior. Todo está rodeado de vegetación, y acompañado de pequeños objetos cotidianos, instrumentos musicales o fragmentos de historia local que completan la experiencia.

Ishigaki Yaima Village

Una pequeña sorpresa fue ver que, en medio de este entorno dedicado a la arquitectura y la vida tradicional de Ishigaki, hay también un área donde habita una colonia de monos ardilla. No son endémicos de la isla, sino originarios de Sudamérica, pero llevan años aquí como parte de la atracción, cosa que no me extraña en absoluto. Estas pequeñas criaturas son absolutamente adorables. Traviesas, pero dóciles, pasan el rato jugando entre ellas y en ocasiones, subiéndose por el brazo o la espalda de algún visitante. Los cuidadores explican que no pasa nada, pero eso sí, que no agarremos a los monos.

  • Ishigaki Yaima Village


    amusement_park, establishment, point_of_interest
  • 967-1 Nagura, Ishigaki, Okinawa 907-0021, Japan
Ver detalles

Los cuervos de Ishigaki

En Ishigaki hay cuervos por todas partes. No se esconden, no temen. Vuelan en grupos pequeños sobre los campos, se posan en los tejados, graznan con descaro desde los postes eléctricos o revolotean en grupo a la orilla del mar. Verlos así, en su elemento, me produce una alegría que cuesta explicar. La gran inteligencia de estas criaturas me parece fascinante, y en ocasiones se me rompe un poco el corazón acordarme de que vengo de una ciudad donde su presencia es vista como un problema y sus nidos son arrancados cada primavera. En Tokio, la palabra karasu va acompañada de instrucciones para reducir su número.

Los que habitan Ishigaki son los mismos cuervos de la selva (Corvus macrorhynchos) que se encuentran por todo el país, aunque algunas fuentes sugieren que se trata de una subespecie adaptada a entornos más cálidos y verdes que sus parientes de Honshu. No parece haber campañas para alejarlos ni carteles de advertencia, con lo que su presencia habitual también es parte del paisaje sonoro de la isla.

La ciudad de Ishigaki, un pequeño casco urbano a escala humana

La ciudad de Ishigaki no es grande, pero tiene la medida justa para pasearla con calma. Solo la habíamos visto de noche los primeros días, a la hora de cenar, así que el último día decidimos dedicarle unas horas con luz natural.

Euglena Mall ユーグレナモール es un pasaje comercial cubierto, lleno de tiendas que alternan recuerdos para turistas y productos locales que aún conservan algo de autenticidad. Los alrededores son pintorescos, aunque rápidamente se vuelven tranquilos.

  • Euglena Mall


    establishment, jewelry_store, point_of_interest
  • 203 Ōkawa, Ishigaki, Okinawa 907-0022, Japan
Ver detalles
El templo Torinji

A poca distancia, Torinji 桃林寺 se alza como el templo budista más antiguo de la isla, fundado en 1614. A su lado, el santuario sintoísta Gongendo 八重山権現堂, fundado el mismo año, es considerado una de las estructuras de madera más antiguas de Okinawa, clasificado como Monumento Cultural Nacional.

  • Torinji


    establishment, place_of_worship, point_of_interest
  • 285 Ishigaki, Okinawa 907-0023, Japan
Ver detalles
  • Gongendo Shrine


    establishment, place_of_worship, point_of_interest
  • 285 Ishigaki, Okinawa 907-0023, Japan
Ver detalles

Sabores de la isla y algunas recomendaciones

Hay viajes que uno recuerda por los paisajes, y otros por los sabores. Ishigaki deja huella en ambos frentes. Una de las primeras cosas que quisimos probar fue la célebre ternera de Ishigaki, y en Yakiniku Ootsuka nos quedó claro que no es para menos: jugosa y, bien marmoleada, de textura reconocible. En Sushi Jimbei saboreamos excelentes cuencos de magurodon (tiras de sashimi de atún sobre arroz), y el simpático y atento dueño nos explicó con orgullo que estábamos en una de las mejores épocas del año (finales de mayo) para la pesca local de atún.

  • 焼肉 おおつか 本店


    establishment, food, point_of_interest
  • 270-2 Ōkawa, Ishigaki, Okinawa 907-0022, Japan
Ver detalles
  • Sushi Jimbei


    establishment, food, point_of_interest
  • 906 Kabira, Ishigaki, Okinawa 907-0453, Japan
Ver detalles

Para sabores locales, la izakaya Sake to Meshi Pai Pai ha sido difícil de superar. Mención especial para Le DODO, donde paramos de manera impulsiva, atraídos por su ambiente cálido y agradable terraza. Allí descubrimos una pequeña joya de gastronomía fusión, con platos de arroz y curry inspirada en la cocina de Mauricio. Y por último, Hinata Cafe Ishigaki, donde probamos el que probablemente ha sido uno de los mejores kakigori que he tenido en todo Japón.

Ver detalles
  • Le DODOレドド


    establishment, food, point_of_interest
  • 1009-1 Kabira, Ishigaki, Okinawa 907-0453, Japan
Ver detalles
  • Hinata cafe Ishigaki


    cafe, establishment, food
  • 270番地3 Ōkawa, Ishigaki, Okinawa 907-0022, Japan
Ver detalles

Cómo llegar a Ishigaki

Ishigaki cuenta con un aeropuerto con vuelos directos desde varias ciudades de Japón, entre ellas Tokio (Haneda y Narita), Osaka, Fukuoka y Naha. Desde esta última, el trayecto apenas dura una hora. El aeropuerto está ubicado a unos 30 minutos en coche del centro urbano, y el alquiler de vehículo puede gestionarse directamente allí mismo, algo recomendable si se quiere recorrer la isla con libertad.

Cuatro días han sabido a poco, pero han bastado para entender el ritmo distinto de Ishigaki y recargar las baterías antes de volver a mi apretada agenda tokiota. 

Elegir la segunda mitad de mayo fue una apuesta ganadora: fuera del ajetreo de la Golden Week y antes del golpe de calor veraniego. Nos arriesgábamos con el tsuyu (la temporada de lluvias), que en Okinawa llega antes que en Honshu, pero el cielo fue generoso a pesar del mal pronóstico, permitiéndonos disfrutar de la belleza natural de la isla en todo su esplendor. El veredicto es unánime: la escapada fue un ensayo general para volver.