Sagamihara se encuentra en un rincón de la provincia de Kanagawa. Se trata de ese punto en que una pared montañosa la separa del distrito metropolitano de Tokio. Con esa ubicación, la localidad no es un lugar de paso.
Tampoco se trata de un emplazamiento especialmente turístico, a excepción de los lagos y el entorno natural de esa parte fronteriza. Sin embargo, su núcleo urbano alberga una joya por descubrir.
Probablemente son poco más que los vecinos de la localidad los que conocen y visitan el Parque Prefectural de Sagamihara. Una pena, pero también una oportunidad. El espectáculo vegetal que ofrece el parque se disfruta mejor al no quedar engullido por una marea de visitantes.
Lo primero que llama la atención del Parque Sagamihara son sus dimensiones. Más que de un parque urbano, su extensión parece propia de un parque natural. Esto hace que el recinto se permita ofrecer múltiples y variados espacios, con elementos como para visitarlo varias veces –no puede recorrerlo por completo en mi primera visita– sin aburrirse en absoluto. Y es que son muchas las perspectivas paisajísticas que ofrece este lugar, de las que apenas voy a dar un aperitivo en imágenes en este artículo, ya que necesitaría un par más para detallar en toda su extensión lo mucho que ofrece el parque.
La parte más baja del parque, que ocupa el recorrido de un pequeño valle, es un espacio pensado para potenciar la relación lúdica del hombre y el agua. Tal vez por eso me recibió un tremendo chaparrón cuando me adentré en el parque comenzando por esta zona… Es la parte más accesible si queremos llegar al parque en tren, ya que la estación de Harataima, de la línea Sagami de JR, se encuentra a distancia de paseo. No está muy a la vista desde la estación, siendo necesario callejear un poco, aunque la señalización urbana ayuda a encontrar la ruta sin problemas. Luego, cruzando una carretera que serpentea cuesta arriba, se puede acceder a la meseta donde encontraremos la parte más amplia del parque.
Llegar por este otro lado en transporte público es posible en autobús. Diversas líneas confluyen aquí partiendo de las estaciones de Sagamihara, Yabe, Fuchinobe o Kobuchi, todas en la línea Yokohama de JR, o bien desde la estación Sagami-Ono de los ferrocarriles Odakyu. Elegir correctamente la línea de autobús a utilizar no es difícil. Varias de ellas pasan o tienen su final en un gran hospital, el de la Universidad Kitasato, junto al parque. Otras tantas salen con destino al campus de la Universidad Yoshibi –una famosa institución de enseñanza de arte y diseño–, en este caso directamente dentro del recinto del parque. Esto añade un atractivo extra a la visita para los aficionados al arte, y es que la universidad dispone de su propio museo.
Otro espacio de exposición es un enorme invernadero que alberga espectaculares ejemplares de plantas tropicales. Las colosales dimensiones del follaje sorprenden tanto como el contraste con la vegetación propia del lugar, que dominarán el resto del recorrido.
Justo enfrente del invernadero, un jardín al estilo francés en forma de avenida apabulla al visitante por la espectacular muralla arbolada que lo rodea.
Aunque en dimensiones más intimistas, llama también la atención un espacio concebido como diálogo entre la vegetación y el urbanismo. Una parte del mismo presenta fachadas de corte europeo, por cuyas puertas, ventanas y balcones se cuelan todo tipo de plantas ornamentales. El resto de la instalación tiene un sabor mucho más autóctono, en un juego equivalente pero con fachadas deudoras del estilo tradicional nipón de construcción en madera.
En la misma línea de exploración arquitectónica domina el espacio una enorme torre de observación, aunque lo más llamativo es un curiosísimo edificio-árbol. A este se puede subir y asomarse por sus diversos balcones. Sin duda, se trata del elemento más celebrado por los niños que acuden en familia a visitar este impresionante parque.
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