Soy de esas personas a las que les gusta explorar lugares utilizando una bicicleta como medio de transporte. Sobre todo la aventura es montar en bicicleta por Japón. Y lo confirmé mientras subía y bajaba con mi medio de transporte de dos ruedas por la ciudad de Shirahama (白浜), en la prefectura de Wakayama.
Las rutas ciclistas de Shirahama, playas y baños termales
Conectada con el centro de Honshu hacia el Océano Pacífico, la península de Kii se define por tener un terreno rocoso dentado a raíz de las intensas olas, imponentes acantilados y playas de arena blanca. La prefectura de Wakayama se encuentra en el extremo sur de dicha península, donde se hallan algunas de las rutas ciclistas costeras más espectaculares de Japón.
La palabra Shirahama significa «arenas blancas». Esta es una bonita ciudad costera que enmarca la playa llamada, también, Shirahama. Esta cala de 500 metros de largo se abre ante el Océano Pacífico, con altos bloques de apartamentos y hoteles mirando hacia el gran horizonte. No es de extrañar que Shirahama sea una escapada de fin de semana popular para los habitantes de Osaka ya que se encuentra a unos 160 kilómetros hacia el norte.
Además de tener un espectacular paisaje, Shirahama ha sido durante mucho tiempo un caldo de cultivo de actividad geotérmica; algunos de sus onsen (aguas termales) esconden más de 1350 años de historia. Una variedad de propiedades terapéuticas, desde aliviar dolores y molestias hasta estimular un mejor flujo sanguíneo, impregnan las burbujeantes aguas de manantial de Shirahama. Estos factores han contribuido a que se convierta en una de las principales ciudades onsen para el turismo.
En mi primer día en la prefectura de Wakayama recorrí en bicicleta gran parte de esta ciudad, visitando algunos de sus sitios más destacados. Me encontré con un paisaje tan cautivador que me sedujo para detenerme y comer allí mi almuerzo al aire libre con vistas al Pacífico. Por si no fuera poco, descendí con un ascensor a través de un acantilado rocoso hasta un escondite de antiguos piratas. Para concluir mi día, me bañé en una fuente termal después del anochecer. Esta combinación ecléctica de experiencias hizo encariñarme de Shirahama. Fue, indiscutiblemente, una introducción perfecta a la prefectura de Wakayama.
Volé hasta el aeropuerto de Nanki Shirahama desde Tokio en una fresca mañana de diciembre. Era lo suficientemente fría como para que un escalofrío recorriese por todo mi cuerpo después de 75 minutos de viaje. Me reuní con mis compañeros de viaje en el vestíbulo del pequeño aeropuerto y, como turistas en Shirahama, nos dirigimos directamente a la costa.
Festival de marisco en Shirahama
En las regiones costeras de Japón, donde el pescado es bastante abundante, encontrarás una proliferación de restaurantes de marisco italianos como la Pizzeria Pescatore. Especializado en pasta y pizza y con una terraza al aire libre con vistas al océano, almorzamos su plato osusume (recomendado) de pescado. Pescatore no sólo era el nombre del restaurante, sino también uno de los platos más solicitados en el menú. Consistía en una montaña de espaguetis en forma de bucle cocinados en una salsa de ajo y cubiertos con una variedad de mariscos locales y parmesano raspado.
Alquilando bicicletas en Shirahama
Después de otro viaje corto, alquilamos unas bicicletas híbridas en la tienda GIANT STORE NANKI SHIRAHAMA. Por suerte, la tienda estaba perfectamente conectada a nuestro alojamiento, Shirahama Key Terrace Hotel Seamore. Si prefieres una bicicleta eléctrica no te tienes que preocupar, también disponen de ellas.
El altiplano rocoso Senjojiki
Pedaleábamos a lo largo de la costa con el sol invernal iluminando los senderos que yacían sobre el océano. Mientras tanto, las carreteras onduladas de Shirahama nos obligaban a sudar un poco. Tras sacarnos algunas capas de ropa llegamos a Senjojiki, una formación de arenisca creada por milenios de erosión provocado por las olas. Aquí me pude hacer una idea del tipo de paisaje por el que es famosa la costa de Shirahama.
La meseta rocosa de Senjojiki, pequeños altiplanos arenosos que se funden con el océano, forma parte del Parque Nacional Yoshino-Kumano. Mientras nos dirigíamos hacia las espumosas olas del océano, no pude evitar notar que la piedra, compuesta de innumerables sedimentos finos empaquetados, tenía una textura perceptiblemente suave. Pude observarlo mejor en el lecho rocoso donde se forman estas erosiones.
Bajando a la cueva Sandanbeki
Después de pasear por la costa, nos dirigimos hacia el acantilado Sandanbeki, un mirador con vistas a la meseta Senjojiki. Desde una altitud de 50 metros podemos observar cabos rocosos delante del océano y un vasto paisaje marino que se extendía enfrente de nosotros. En ese punto hallamos la cueva de Sandanbeki, hundida hasta el nivel del mar.
Las escenas subterráneas eran igual de impresionantes. Para verlas tomamos un ascensor de 36 metros hasta la cueva Sandanbeki. Era una red de pasadizos con túneles y linternas que proyectaban tenues resplandores, acompañados por el constante goteo de agua que caía a través de la roca permeable. Lo más asombroso fue un templo budista dedicado a la deidad budista del agua Benzaiten. También se dice que esta cueva era un lugar frecuentado por bandas de piratas locales y la KumanoNavy. Fragmentos de este misterio histórico estaban salpicando las paredes naturales de la cueva.
Montando en bicicleta hasta Shirahama
Después de adentrarnos en las profundidades de la tierra subimos hasta uno de los puntos más altos de Shirahama accesibles en bicicleta. Subiendo esta colina, recomendada para aquellos que estén acostumbrados al ejercicio intenso, llegamos a una plataforma de observación en un estacionamiento al lado de la carretera, ubicado justo después de las calles impolutas del Shirahama Golf Club.
A partir de aquí, entendí mejor la estructura de Shirahama en su totalidad: no es una ciudad grande, pero reboza de clase. Las colinas se extienden hacia el centro de la ciudad dominado por edificios altos y la acogedora cala de arena de la playa de Shirahama. La costa repleta de bahías y cabos se une con un océano salpicado con pequeños islotes a una distancia corta del continente. Me quedé admirado, respirando el aire invernal y renovando mis agotados depósitos de oxígeno. Y luego, de vuelta a la realidad. El sol se estaba poniendo, y pocos lugares de este lado de Japón ofrecen mejores vistas de la puesta de sol que nuestro destino final: la playa de Shirarahama. ¡Era hora de movernos!
De este a oeste hasta la playa de Shirarahama
Abandonamos el mirador y bajamos libremente por la carretera serpenteante hacia la isla Engetsuto, un afloramiento rocoso con un agujero en forma de luna llena que perfora su centro. La roca es visible desde la ruta Shirahama Onsen que recorre la costa. Actualmente se ha convertido en un ícono local, particularmente en las noches en las que el sol se pone en medio de la ‘luna’ de la isla. Desafortunadamente, no tuvimos esa suerte ese día. Según la oficina de turismo de la prefectura de Wakayama, la primavera y el otoño son temporadas óptimas para el atardecer. No obstante, las vistas eran igual de impresionantes.
Un cielo de nubes azules algodonosas estaba separado del horizonte por unas ondas de luz naranja y amarilla. Los barcos se movían lentamente a través del agua, pero lo suficientemente lejos en la distancia como para parecer parados. Un grupo de fotógrafos entusiastas locales se agruparon con sus enormes objetivos, desatando ráfagas de obturadores y clics, y comparando sus resultados. No es de extrañar que los locales asistan diariamente a este espectáculo para ver lo que la isla Engetsuto tiene reservado para ellos.
Nuestro último destino fue la playa de Shirarahama, aproximadamente a un kilómetro y medio más a lo largo de la costa. Pocos turistas se lanzan a las aguas en esta época del año, lo que significa que teníamos la playa casi para nosotros solos, aparte de un corredor en acción como si de Rocky Balboa se tratase. El sol estaba en lo más profundo tiñendo el cielo en un tono dorado. Su calor contrarrestaba la frígida mordida de la brisa marina. Observé en silencio el sol desapareciendo lentamente, escuchando el suave vaivén del océano.
Pasando la noche en el Shirahama Key Terrace Hotel Seamore
Tras esta experiencia, devolvimos nuestras bicicletas en el GIANT STORE NANKI SHIRAHAMA y nos registramos en el Shirahama Key Terrace Hotel Seamore. Este hotel es una fusión entre la elegancia occidental – un vestíbulo de mármol y camas mullidas – y el minimalismo tradicional japonés – suelos con tatami y su restaurante kaiseki (cocina tradicional) -.
Tras instalarme en mi habitación con vistas panorámicas de la costa, me dirigí al restaurante kaiseki Warouda. Ubicado al lado del edificio principal, se especializa mariscos frescos extraídos diariamente del Pacífico. La elegante comida con abulón asado con sake iba acompañada de nihonshu (vino de arroz) y cerveza artesanal de una de las cervecerías locales.
Si prefieres otro tipo de comida en la misma zona encontrarás un bar de cócteles, un bufé de mariscos – pizzería y un restaurante de sushi.
Terminando la noche, como es de costumbre en una ciudad con onsen (y aún más después de un día de ejercicio), me metí dentro de los baños termales del hotel. El mejor espacio se encuentra al aire libre, con una piscina infinita delante del mar y la inmensidad de la noche. En ese preciso instante me di cuenta: un cóctel de ciclismo, buena comida, una pizca de alcohol y un chapuzón de aguas termales, son el tónico más potente para pasar una magnífica y placentera noche.
Patrocinado por Chubu District Transport Bureau, Wakayama Tourism Federation and Mie Prefecture
Traducido por Maria Peñascal