Cuando llegué a Japón por primera vez y vi a tanta gente con mascarillas pensé lo que muchos turistas piensan cuando ven esa imagen, que los japoneses son microfóbicos, o algo por el estilo. Pero al conocer los distintos motivos de su uso, descubrí que no era así, por lo menos en la mayoría de los casos.
Alergias, contaminación y estética
En la época primaveral, cuando las flores despliegan su insuperable belleza, surgen de más de sesenta especies de árboles y plantas unas partículas de polen que generan una reacción alérgica denominada kafunsho (花粉症). Muchos afirman que el primer brote de esta alergia se dio en 1994, pero hay registros de 1964 y aún años anteriores. Los síntomas son estornudos incesantes, y ojos irritados.
Otro de los usos que se le da a las mascarillas (o barbijos) es cuando los vientos provenientes de China acarrean el conocido «polvo amarillo«, o «polvo asiático». Esta tormenta de arena afecta no sólo a Japón sino también a los demás países que se ubican al Este de China, y la gran preocupación son los componentes contaminantes que generalmente la acompañan. Además de virus y bacterias, la tormenta trae consigo restos de hollín, cenizas, pesticidas, hongos, azufre, monóxido de carbono, ingredientes plásticos, y hasta metales pesados como mercurio y plomo. Aunque este fenómeno ocurre ocasionalmente durante el transcurso del año, es recomendable cuidarse utilizando mascarilla ya que uno siente picazón de garganta e irritación en los ojos. Por supuesto, para los que sufren problemas respiratorios es casi obligación su uso.
Dentro de mi ámbito de conocidos, amigos, y familiares nipones realicé una pequeña encuesta, y me asombré al enterarme de que algunas chicas deciden cubrirse desde la nariz hasta la pera por el simple hecho de no llevar maquillaje.
Es de buenos modales en Japón el usar mascarilla cuando se tiene un resfriado para no contagiar a los demás.
Mascarillas: una cuestión de salud
En Japón, cuando uno estornuda no se acostumbra a decir «salud», ni nada. Sonarse la nariz en público no está bien visto, pero eructar frente a otros es casi normal. Costumbres tan distintas a veces me hacen recordar que estoy del otro lado del mundo, pero muchas veces también me gustaría que incorporáramos algunas de ellas. Por ejemplo, cuando alguien está resfriado comúnmente utiliza mascarilla para no contagiar a sus colegas en el trabajo, en la universidad o en el ámbito familiar.
También el hábito de los programas televisivos, donde generalmente aconsejan hacerse gárgaras cuando uno regresa de la calle para eliminar los gérmenes antes de tragarlos. Quizá después de leer esto a algunos les parecerá que, efectivamente, sí: los japoneses son microfóbicos, pero el método es realmente eficiente.
En una época donde hubo un brote de gripe utilicé mascarilla durante un tiempo mientras andaba en la calle o en un lugar público, y al regresar a casa hacía gárgaras. Esta disciplina funcionó bien para mí.
Para los que viven en las grandes urbes como Madrid, Ciudad de México o Buenos Aires, se lo recomiendo. Después de todo, ¡millones de japoneses no se pueden equivocar!