Conocido como el “pequeño Kioto”, Kanazawa es uno de los destinos turísticos más populares de la región de Hokuriku.
Y, desde el establecimiento de la ruta directa que la une con Tokio a través del Shinkansen (tren bala), sus visitas han aumentado considerablemente.
Al llegar a la estación de Kanazawa hay algo que los turistas hacen de inmediato (¡no, no estoy hablando de ir al baño!); desenfundar su cámara de fotos y retratar la gran cúpula acristalada Motenashi Domu (algo así como “la cúpula de la bienvenida”) y la inmensa entrada de madera conocida como Tsuzumi (en referencia a un instrumento de percusión japonés).
El Gion de Kanazawa
Hay muchos puntos en común entre Kanazawa y Kioto, pero si hay una razón por la que se conoce a esta ciudad como el ‘pequeño Kioto’ es por la similitud entre los antiguos distritos de Gion, Higashi Chaya y Kazue-machi Chaya; este último ubicado a orillas del río Asanogawa, donde las geishas tocan instrumentos musicales, bailan y entretienen con artes tradicionales. Con su hilera de casas históricas, es un lugar hermoso para dar un paseo en pareja o en familia. Y, al no estar tan repleta de turistas como su prima en Kioto, se podría decir que Kazue-machi Chaya tiene un aire mucho más relajado para poder disfrutarla plenamente si se espera algo de tranquilidad.
Arquitectura al servicio del ocio
Pero para poder disfrutar del interior de las casas tradicionales que se construyeron hace 180 años es necesario visitar el barrio de Higashi Chaya. Aquí la gente se lleva reuniendo desde la época Edo para celebrar festivales y eventos al compás de la música tradicional y el baile proporcionado por las geishas. La particularidad de la época hizo que las casas de más de una planta fueran prohibidas, a excepción de las viviendas Chaya. Esta es una de las razones por las que estas casas quedaron como atractivo y fueron nombradas Bien de Interés Cultural en Japón. Cada sábado podemos disfrutar un espectáculo de interpretación de geishas en esta parte de la ciudad.
El jardín más bello de Honshu
Más al sur de la ciudad se encuentra el jardín Kenrokuen. Este jardín es considerado uno de los tres más hermosos de Japón y, con toda la responsabilidad que conlleva ese título, puedo asegurar que el nombre lo lleva bien puesto.
Heredado de generación en generación por la familia Maeda, este hermoso jardín tiene como atracción principal el estanque Kasumigaike que, junto a su farol de piedra, podrían ser la portada de cualquier libro representando la belleza de Japón.
Sus 11,4 hectáreas son realmente difíciles de recorrer en poco tiempo, por lo que se recomienda pasar, mínimo, medio día en el jardín para disfrutar y deleitarse con su interior en paz y tranquilidad.
En realidad, el jardín de Kenrokuen y sus alrededores son las zonas que contienen las atracciones más famosas de Kanazawa, y donde sería conveniente alojarse por cuestiones logísticas.
Castillos, santuarios y templos ninja
Si después de disfrutar del maravilloso jardín todavía se tienen ganas de respirar aire fresco, adyacente al Kenrokuen se encuentra el parque del Castillo de Kanazawa. Aquellos que ya hayan visitado castillos como el de Himeji, Nagoya o Nijo en Kioto probablemente no quedarán anonadados ante este castillo en sí, pero la puerta de Ishikawamon y el Sanjikken Nagaya, construídos en 1788 y 1858 respectivamente, pueden verse, aún hoy, en su forma original.
A los amantes de la cultura ninja les gustará dar una vuelta por el Myoryuji Ninja Temple. Si bien su construcción no tiene relación con los ninja, es famoso por sus escondites y trampas utilizadas como sistema de defensa. Hay una visita guiada cada 30 minutos y se necesita reservar previamente llamando al teléfono 076-241-0888.
Y para los amantes de la cultura samurái no dejará de ser interesante visitar el distrito Naga-machi Buke Yashiki; las residencias samurái de la familia Maeda. Durante casi 300 años esta poderosa familia controló la región de Kaga, y su dominio precisaba de samuráis que la protegieran. En este barrio se alojaban los miembros de la clase militar feudal y, aunque muchas casas fueron modificando su apariencia, las paredes de barro, los pasillos y el tejado de placas finas de madera aún conservan el aire de la época. Mi visita fue en verano y lo disfruté plenamente, pero este mismo tejado cubierto de nieve en invierno debe ser espectacular.
No muy lejos de estas residencias se encuentra el santuario de Oyama Jinja, consagrado a Toshiie Maeda; uno de los personajes más influyentes de esta familia.
Completada en 1875, esta puerta tiene una arquitectura muy particular que fusiona elementos japoneses, chinos y europeos, algo poco visto en un santuario japonés.