Hay cosas de Naha que esperaba, otras que me toman por sorpresa. Suena a obviedad pero en el fondo no esperaba constatar hasta qué punto Okinawa está lejos de Japón, más allá de la simple distancia. Hay muchos más tatuajes a la vista sin atisbo de disimulo, y las pieles morenas y descubiertas revelan una falta de miedo al sol que es sacrílega en el resto del país, cuyos veranos están dominados a partes iguales entre productos para combatir el calor y productos y accesorios dedicados a salvaguardar la sagrada palidez de la piel. El clima tropical abre la puerta a un carácter más relajado y desenfadado que se evidencia aún en las zonas más urbanas de la isla.
Por fin pongo los pies en esta isla después de tantos años de no lograr encajarla en mi agitada agenda entre una cosa y otra, aunque las circunstancias no me han permitido más que un par de días antes de irnos a Ishigaki. Así que no aspiro a la exaustividad sino a respirar el aire y ver algunos de los imprescindibles mientras paseamos con calma. De la misma forma que pienso explicarlo, sin recorrido fijo más que el de apuntes dispersos de los lugares por los que paso.
Espero que os quedéis con ganas de más, como me sucedió a mi.
- Fukushuen, primer respiro tras el vuelo
- Shisa: guardianes en cada esquina
- Santuario Naminoue y Playa de Naminoue, entre el mar y la historia
- El castillo de Shuri, historia en reconstrucción
- Kokusai Dori y el Callejón del Mercado, entre souvenirs y escenas inesperadas
- La fascinante y divertida estridencia de American Village
Fukushuen, primer respiro tras el vuelo
Nuestro hotel queda a pocos minutos a pie, así que este es nuestro primer destino tras aterrizar y dejar la maleta. Al cruzar la entrada, noto de inmediato que esto no es un jardín japonés al uso. Aquí las rocas, los pabellones y los puentes evocan otra historia: la del barrio de Kume, antaño centro de estudios chinos del Reino de Ryukyu, y la del vínculo entre Naha y Fuzhou.
Fukushūen Garden
establishment, park, point_of_interest- 2-chōme-29-19 Kume, Naha, Okinawa 900-0033, Japan
- ★★★★☆
Los Jardines Fukushuen 福州園 se inauguraron en 1992 para conmemorar los diez años del hermanamiento entre ambas ciudades, y su diseño tradicional es un guiño al peso que ha tenido la influencia china en Okinawa.
Dentro, el sonido del agua apaga los pocos ruidos que logran filtrarse.
Hace calor, así que paramos en el Garden Cafe Bar que hay junto a uno de los estanques. Un taco rice sencillo y una bebida fresca son más que suficientes para reponer fuerzas. Miro el reflejo del pabellón en el agua y pienso que este lugar es una bienvenida peculiar: ni del todo chino ni del todo japonés, como la propia isla.
Fukushūen Garden Cafe Restaurant
cafe, establishment, food- 2-chōme-30-6 Kume, Naha, Okinawa 900-0033, Japan
- ★★★★☆
Shisa: guardianes en cada esquina
En Naha basta con levantar la vista o girar una esquina para encontrarse con un shisa シーサー. Están por todas partes: sobre tejados, en balcones, a la entrada de bares, en escaparates. Algunos de piedra, otros de barro cocido, también los hay de plástico. Cada uno parece competir por ser más expresivo que el anterior.
Estos guardianes tradicionales, mezcla de perro y león, cumplen una función similar a la de los komainu 狛犬 que custodian los santuarios en el resto de Japón: proteger los hogares y ahuyentar los males. Pero los shisa tienen un aire más desenfadado, casi juguetón. Quizá sea porque no se limitan a los recintos sagrados, sino que están protegiendo y decorando fachadas de todo tipo.
Entre tantos, me hizo especial gracia un shisa colocado en lo alto de una torre de oficinas, casi invisible si no se mira bien. Desde allí vigila sin que nadie le preste atención, salvo si se te ocurre mirar con atención y poner el zoom de la cámara.
Santuario Naminoue y Playa de Naminoue, entre el mar y la historia
El encantador Santuario Naminoue 波上宮 está encaramado sobre un acantilado entre la ciudad y el mar. Paseando por el recinto me llama la atención un pequeño grupo de amigos que viste ryuso 琉装, el llamativo y alegre kimono tradicional de Okinawa. Se hacen varias fotos posando frente a la fachada del santuario, y sus colores destacan sobre el fondo rojo del edificio. Lamento un poco no atinar a hacerles una foto con discreción.
Entre amuletos y estatuillas una máquina expendedora me cambia un poco la vida cuando descubro la Fanta de shikuwasa, un peculiar cítrico a medio camino entre el limón y la mandarina y cuyo sabor me engancha al instante. El refrescante trago ayuda a que no se me tuerza mucho el gesto cuando me fijo en la estatua memorial a Meiji, un pequeño homenaje a lo cerca que estuvo la cultura Ryukyu de dejar de respirar.
Naminoue Shrine
establishment, place_of_worship, point_of_interest- 1-chōme-25-11 Wakasa, Naha, Okinawa 900-0031, Japan
- ★★★★☆
A pocos pasos del haiden se abre la Playa de Naminoue 波の上ビーチ con su particular encanto, a pesar de que, siendo una playa urbana, esté un poco lejos de la imagen idílica que te viene a la cabeza cuando piensas en las playas de Okinawa.
Una autopista enmarca el paisaje y la zona de baño es más bien reducida, delineada con redes que evitan el paso de las medusas. Pero el ambiente es muy animado entre visitantes y puestos de comida ambulante, y el agua prístina junto con el borde del acantilado forma un curioso contraste escénico con la autopista de fondo.
Naminoue Beach
establishment, natural_feature- Naminoue Beach, 1-chōme-25-9 Wakasa, Naha, Okinawa 900-0031, Japan
- ★★★★☆
El castillo de Shuri, historia en reconstrucción
A las afueras del centro de Naha, el castillo de Shuri 首里城 se alza como el símbolo histórico del Reino de Ryukyu. Fue residencia real y centro administrativo hasta que la anexión japonesa lo convirtió en parte del paisaje del nuevo Okinawa.
El castillo de Shuri es el ejemplo más espectacular del peso histórico de Okinawa. Es una suerte que aún podamos hablar en presente y no en pasado, a pesar del trágico incendio de 2019. Todavía impresiona la escala del lugar al caminar entre los muros exteriores, aún teniendo la estructura principal bajo planchas y andamios. Pero la ventana al proceso de reconstrucción sigue abierta a los visitantes, con explicaciones detalladas sobre los materiales empleados. Se prevee que las obras finalicen en otoño de 2026.
La visita es una oportunidad única para comprender qué significa realmente la restauración de un patrimonio. Pasear entre reproducciones a escala del Seiden, contemplar los fragmentos originales del tejado que sobrevivieron al fuego y leer las explicaciones sobre las técnicas de trabajo tradicional es un recordatorio del esfuerzo que implica devolverle la dignidad a este sitio.
Shuri Castle
establishment, point_of_interest, tourist_attraction- 3-chōme-1-2 Shurikinjōchō, Naha, Okinawa 903-0815, Japan
- ★★★★☆
Kokusai Dori y el Callejón del Mercado, entre souvenirs y escenas inesperadas
Kokusai Dori 国際通り es tal como me la habían descrito: una arteria de ruido, turistas y escaparates. Souvenirs, cafeterías temáticas y carteles luminosos se agolpan unos junto a otros.
Me hace gracia la obsesión que ha desarrollado la isla por el beni imo o boniato morado; desde que aterricé, me persiguen sus versiones en infinitas variantes de pastelillos, KitKat, mochi, helados, etc… pero sigo sin encontrar el boniato violeta al natural en ningún supermercado a pesar de varios intentos. En lo que a mi respecta, a mi obsesión por la shikuwasa le he acabado añadiendo el amargor, punzante pero estimulante, del goya o melón amargo. Lo probé por primera vez cenando en una izakaya por Kokusai Dori, y a partir de ahí se convirtió casi en un plato fijo en mi mesa: en el buffet del desayuno o donde fuera que sirvieran una tapa de Goya Chanpuru.
Kokusai-dori
route- Kokusai-dori, Naha, Okinawa, Japan
- ★★★★☆
A unos pasos de la avenida, el shotengai o calle comercial cubierta que lleva al mercado de Makishi, Shijo Hondori 市場本通り, es de paso obligado. A media tarde el mercado empieza a replegarse pero la actividad del callejón aún persiste entre entre el bullicio y los puestos de artesanía local. Los escasos metros cuadrados de nuestro apartamento en Tokio es lo único que nos salva de sacarle humo a la tarjeta de crédito allí dentro.
La alegre escena comercial cambia de género por un instante: oímos sirenas de policía y vemos en la avcenida un hombre a bordo de un scooter que está huyendo de una patrulla de policía. La curiosidad nos puede y nos acercamos hacia el ruido de la escena, a tiempo de ver cómo el fugitivo logra esquivar a la autoridad con éxito, zigzageando entre el tráfico y dejándonos con la boca abierta a todos los transeuntes, antes de que se disuelva la sorpresa entre entre la muchedumbre y siga todo como de costumbre.
Shijo Hon-dori
establishment, point_of_interest- 2 Chome-8 Matsuo, Naha, Okinawa 900-0014, Japan
- ★★★★☆
La fascinante y divertida estridencia de American Village
Tengo que vencer la pereza de aguantar el tráfico para llegar a American Village. Es una lástima es que el eficiente monorraíl solo cubra un pequeño tramo de Naha; cuando la infraestructura ferroviaria quedó destruida tras la guerra, la isla entera quedó rendida al coche privado y al atroz tráfico que ello conlleva. Pero vale la pena.
American Village es una mezcla extraña entre una postal californiana y un rincón mediterráneo pasado por un filtro saturado de Instagram. Murales de colores chillones, fachadas que simulan torres de castillo e incluso una tienda de artículos navideños que funciona todo el año; todo es tan visualmente estridente que cuesta saber si estás en Okinawa o en una versión de tira cómica de Florida.
American Village
establishment, point_of_interest, tourist_attraction- Mihama, Chatan, Nakagami District, Okinawa 904-0115, Japan
- ★★★★☆
Entre turistas que no sueltan la cámara (yo la primera, que conste) y tiendas que venden a partes iguales recuerdos locales y souvenirs americanos, es fácil perderse por los callejones de este parque temático. Al final, el paseo marítimo es uno de sus mejores rincones, y un mirador inmejorable para la puesta de sol.
Dos días en Okinawa se quedan cortos, pero bastan para confirmar que necesitaré volver. Viajar en la segunda mitad de mayo ha sido un acierto: sin las multitudes de la Golden Week y antes de que el verano traiga su gentío habitual. Aunque el tsuyu suele adelantarse aquí respecto a Honshu y la lluvia siempre es una posibilidad, la suerte estuvo de mi parte y el tiempo acompañó en todo momento.
Una única derrota: me quedé sin encontrar el boniato morado.