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¿Qué tiene que ver Hello Kitty con el Tratado bilateral de Cooperación y Seguridad entre Estados Unidos y Japón y las protestas en Francia del Mayo del 68? ¿Cómo es posible que la estética del barroco y el rococó francés de los siglos XVII y XVIII hayan inspirado una rebelión contracultural en Japón en la segunda mitad del siglo XX?

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Avancemos al año 2004 por un momento. Gwen Stefani y su primer disco como solista sorprenden al mundo del pop comercial occidental y ponen el nombre de Harajuku (原宿) en boca de todo Cristo. La ex-cantante de No Doubt revelaba haber caído rendida a los pies de los excéntricos estilismos callejeros del famoso barrio y lo demostraba de forma entusiasta. No sólo había incorporado un grupo de bailarinas japonesas a todas sus actuaciones sino también rendía múltiples homenajes a esta llamativa amalgama estética en varios de sus videos musicales de lo que ahora se conoce como su fase Harajuku Girls.

De forma repentina, la subcultura que llevaba desde los años 80 bullendo en los alrededores de Takeshita Dori abandonó el nicho estético y se instaló cómodamente en el mainstream de la cultura occidental. En la misma oleada, el Kawaii como concepto aceleró su paso más allá de los aficionados a la cultura japonesa, como principal categoría estética nipona entre lo cuqui y lo guay. Harajuku y toda su parafernalia Kawaii habían llegado para quedarse en la conciencia colectiva mundial. 

Pero la fama global y el salto a la cultura de masas conllevan un elevado precio: la pérdida de significado y contexto. Kawaii es una de las palabras japonesas más conocidas pero a la vez, su complejo significado es difícil de transmitir. A menudo se traduce como algo bonito o tierno pero en realidad la palabra también alude al estado psicológico de quien está experimentando algo kawaii así como la atmósfera de su entorno. Su evolución como concepto estético polifacético también se explica por su fuerte carga emocional. 

El Kawaii de Harajuku: Todo empezó con una tienda

Sebastian Masuda lleva muchos años siendo uno de los mayores motores creativos tras el impulso del particular tipo de cultura Kawaii que se desarrolló en Harajuku. La labor que ha llevado a cabo para explicar este movimiento al resto del mundo le valió el ser nombrado embajador cultural de Japón durante el año 2017. Saltó a la fama en 2011 gracias a la producción artística de los videos musicales de Kyary Pamyu Pamyu pero desde la década de los 90 ya estaba involucrado con grupos de tendencias vanguardistas en el teatro y el arte contemporáneo.

Fue en 1995 cuando empezó a cristalizar su legado cultural. Ese año decidió abrir 6%Dokidoki en Harajuku. Consiste en una extravagante tienda de ropa y complementos donde sus propios diseños comparten espacio con los artículos más llamativos de marcas independientes de otros países. 

La culpa de todo la tuvo Hello Kitty. O mejor dicho, su empresa creadora, Sanrio, a través de otra de sus producciones. En 1979 Sanrio produjo Nutcracker Fantasy, una película de animación stop-motion que ha sido citada por el propio Masuda como una de sus más importantes fuentes de inspiración. Basta ver algunos de sus trailers en Youtube y las imágenes promocionales para ver la influencia de la obra en el trabajo posterior del artista.

La relación cercana con el público y el establecimiento de una comunidad fueron sus motivaciones principales a la hora de abrir la tienda. Así lo explica:

“Me trasladé a la tienda como medio de expresión porque es un lugar continuo en el que completos desconocidos pueden evaluar directamente mi trabajo (productos) sobre una base de compra-venta, a diferencia de un escenario o una exposición, que tiene una sensación más íntima y una duración más corta.”

Lo comercial versus lo artístico como forma directa de relación con el público ya era una idea que venía flotando entre los círculos de artistas japoneses desde los años 60. La crítica posmoderna trajo cambios de paradigma en toda la cultura visual, borrando los límites entre arte y diseño. La producción artística empezó a salir de los museos y galerías para entrar en los espacios públicos y comerciales. El diseño deja de servir únicamente al propósito funcional del objeto y pasa a convertirse en otra herramienta de comunicación.

Bajo esta filosofía, 6%DOKIDOKI nace como espejo del alma del barrio de Harajuku y de las propias tendencias estéticas del artista. Asimismo, funciona como vehículo de difusión de la cultura local. En diversas ocasiones el personal de la tienda (enlace a entrevista en japonés) o grupos de jóvenes locales han participado en en los eventos que Sebastian Masuda ha llevado a cabo, en Japón o en el extranjero. El arte como expresión personal siempre ha sido una de sus constantes en su obra.

La tormenta perfecta

Sin embargo, el éxito comercial de su tienda está fuertemente ligado a un cúmulo de circunstancias excepcionales que convirtieron a Japón en los 80 en el escenario perfecto para la combinación de importantes movimientos artísticos y hábitos de consumo extremos. Las profundas convulsiones del año 1968 no solo sacudieron Europa, su onda sísmica se hizo sentir con gran fuerza en Japón. Son años de efervescencia cultural y artística debido a la influencia de los movimientos contraculturales en el resto del mundo, los cuales inspiran sentimientos antiautoritarios en la juventud japonesa. Los acuerdos bilaterales de defensa con los Estados Unidos habían generado oleadas de protestas estudiantiles desde principios de la década, enmarcadas dentro del sentimiento antibélico y la percepción de una autonomía cada vez más reducida en favor del apoyo unilateral al ejército americano.

Los movimientos de reforma social como el feminismo también resonaron con fuerza durante esta época. Ryoko Ikeda, autora del manga La Rosa de Versalles, uno de los títulos más emblemáticos del género shoujo, ya había manifestado su inspiración en el feminismo de segunda ola en la creación de sus personajes. Especialmente el personaje ficticio de Lady Oscar y su subversión de los roles de género tradicionales. Desde el inicio de su publicación en 1972, no tardó en hacer furor entre sus lectoras. Su representación de valores revolucionarios en medio de la estética del barroco y rococó de la corte de María Antonieta transformó la obra en un icono de estilo que canalizó el sentir de toda una generación.

El impacto cultural de la obra se sintió también entre determinados diseñadores de moda, cuyas propuestas conectaron rápidamente con la audiencia femenina, ofreciendo una (de tantas) plataforma estética para el empleo de la moda como forma de protesta. He aquí el génesis de la imagen de la lolita de Harajuku y su apropiación estética del barroco y el rococó francés como otra manifestación de lo Kawaii dentro de un contexto de reivindicación feminista. 

Lo kitsch, lo ridículo y lo excesivo constituyen entonces una sonora y elocuente peineta a la presión social imperante. Mientras el punk en occidente buscaba generar shock visual a través del cuero, los piercings y el aspecto descuidado, las llamadas lolitas recurrieron al encaje y el exceso como armas de guerra. Dos manifestaciones aparentemente opuestas que perseguían el mismo efecto: el rechazo a los valores tradicionales. Lo particular del caso japonés fue cómo el consumismo hedonista se convirtió en un acto revolucionario en la medida en la que iba diametralmente en contra de los valores que exigen a una mujer adulta ser un pilar familiar y modelo de responsabilidad y pulcritud moral. Olvidar su persona más allá de su esperada dimensión de esposa y madre abnegada. Para quien una madurez gris y sacrificada es morir en vida, el refugio infantil es una estrategia de supervivencia. 

Paradójicamente, el descontento político y social se dio en medio de una época de fuerte crecimiento económico. En este contexto, empresas como Sanrio fueron espabiladas a la hora de reconocer y capitalizar estas nuevas tendencias de consumo surgidas de este descontento. Es decir, el joven Masuda no habría tenido su fuente de inspiración estética si Sanrio no hubiera aprovechado este clima para dar una respuesta comercial a una creciente demanda de artículos tiernos e infantiles cuyo público no necesariamente eran niños.

Por lo tanto, el desarrollo de esta cultura Kawaii (y sus diversos derivados) sólo se entiende en un contexto muy específico. Es un tipo de cultura de consumo que sólo puede desarrollarse en tiempos de bonanza. Bonanza producto de un milagro económico cargado de costes sociales: Sacrificios personales, larguísimos horarios laborales y una fuerza de trabajo condenada a sufrir bajo una estricta jerarquía. La infamia de la cultura laboral japonesa persiste hasta el día de hoy. 

Moda y arte como expresión personal

Dentro de este contexto, la moda también ejerce la función de mecanismo de gestión de emociones y problemas psicológicos. Los seres humanos funcionamos dentro de esferas de contexto que afectan a nuestros procesos cognitivos. No nos comportamos de la misma forma en un templo, que en una fiesta o en una oficina. No actuamos de la misma manera sentados de forma recta que reclinados en un sofá. Asimismo, los efectos psicológicos de los atuendos que llevamos son un fenómeno ampliamente estudiado. La ropa no es neutral. Es así como el diseño ejerce su influencia social. En un país en el que la inestabilidad emocional es percibida como una debilidad, estas manifestaciones también son un acto de rebeldía. Es exactamente una de las ideas que Sebastian Masuda expresó en su primera exposición en Nueva York:

“Hay que entender que en Japón, las salidas terapéuticas y psicológicas no son tan aceptables como en los Estados Unidos», explica Masuda en su declaración de artista. «La mayoría de las veces, estas chicas no encajan con sus compañeros de clase y su comunidad. Harajuku no sólo es un lugar donde pueden ser diferentes sin consecuencias, sino que también es un lugar que ofrece alternativas en la moda para que las chicas expresen emociones oscuras en estilos extravagantes y alternativos.”

De esta forma, lo oscuro, lo irónico y lo grotesco también tienen cabida dentro de una estética que lucha por la expresión de profundas y complejas emociones. El Kawaii de Harajuku es la culminación de la incorporación que la posmodernidad hace de los movimientos artísticos de vanguardia, y a la vez sigue empleando conceptos enraizados en la cultura japonesa.

El profesor de la Escuela de Arte y Letras de la Universidad Meiji, Ujitaka Ito, argumenta que:

“»kawaii» abarca un matiz de lo grotesco. Lo que se considera «kawaii» no suele tener una forma perfecta. Por ejemplo, la mayoría de la gente considera «kawaii» a un bebé. Un bebé es uno de los típicos objetos que la mayoría de la gente considera «kawaii». Sin embargo, si un adulto mantuviera un cuerpo proporcional al de un bebé, seguramente sentiríamos a la persona grotesca, atribuyendo este sentimiento a su forma corporal extremadamente desproporcionada. Es lo mismo que los personajes «kawaii» de los manga (cómics japoneses) o del anime (un estilo de animación originario de Japón). Tienen ojos enormemente grandes, o sus cabezas son demasiado grandes. Están considerablemente deformados.”

Llamando a un amigo en japonés diciendo moshi moshi

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Kawaii Monster Cafe, el paroxismo del Kawaii de Harajuku

En 2015, Masuda llevó un paso más allá todas las ideas que había presentado el año anterior en Nueva York. La apertura de Kawaii Monster Cafe fue la oportunidad para tener una instalación artística permanente que representaba la filosofía que ha caracterizado su trabajo, hasta su cierre a finales de enero de 2021. Fue la creación de un mundo paralelo auto-contenido de manera simbólica dentro del estómago de un monstruo. Un microcosmos libre de expectativas de seriedad, armonía e hipocresía donde sus participantes han podido manifestarse de manera abierta y directa. La interacción con el público a través de los espectáculos ha sido una parte fundamental de las ideas que había detrás de todo el concepto. 

En el mismo sentido, la elección de la temática de sus espectáculos nocturnos no fue fortuita. Oirans, bailarinas de burlesque o drag queens. Figuras de entretenimiento que se encuentran en los márgenes culturales. Especialmente los últimos, si tomamos en cuenta el contexto de conservadurismo social japonés. Aunque la tradición histórica siempre ha tenido hombres llevando a cabo papeles femeninos en el kabuki, las tendencias actuales respecto a la cultura drag queen tiene connotaciones muy diferentes.

Puede parecer escasamente relevante que espectáculos de temática LGBT tengan lugar en un barrio conocido por su independencia y originalidad. Pero en Tokio el entretenimiento asociado a lo LGBT suele estar restringido a Nishi Shinjuku y sigue siendo tratado como una escena underground. Su presencia en un lugar tan famoso, aunque singular, como Kawaii Monster Cafe, fue un paso importante en términos de visibilidad.

A día de hoy, sería ingenuo suponer que todos los individuos que lleven una indumentaria estrafalaria estén intentando comunicar su descontento social. La popularización de todo movimiento estético siempre conlleva su simplificación o frivolización. Es normal que una vez anclado en el mainstream, pierda parte de su significado original y que haya quien se apunten a la moda por el simple hecho de gustarle sin que necesariamente comparta los mismos valores. No estamos aquí para defender el purismo, sino señalar que no es necesario compartir el mismo gusto estético por el Kawaii de Harajuku para reconocer su significado. Más allá de que pueda parecer raro o estridente, o simple ánimo de llamar la atención, hay todo un movimiento artístico y cultural detrás que merece ser reivindicado.

Toshiko Sakurai

Toshiko Sakurai

Disparo (¡con mi cámara!), luego existo. Pinto con luz y junto letras como buenamente puedo. Llegué a Tokio desde Barcelona en otoño de 2017 y desde entonces me dedico a capturar rincones de la ciudad a bordo de mi bicicleta. Cuando no llevo la cámara encima, acostumbro desafiar la ortodoxia culinaria mezclando estilos de todos los lugares donde he vivido.

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