Patrocinado por la Asociación Turística de la Prefectura de Shizuoka.
Allí donde la montaña besa el mar, Atami ejerce de puerta de entrada a la provincia de Shizuoka. Apenas 40 minutos de tren separan Atami de la gran capital tokiota; lo suficientemente cerca como para considerarlo un cómodo paseo. Lo suficientemente lejos para transportarnos a un ambiente totalmente diferente. Favorecido por las preferencias de Tokugawa Ieyasu, el mítico primer shogun del histórico periodo Edo, la popularidad de Atami como destino de descanso vacacional ha sido indiscutible en los últimos cuatro siglos. ¿Vas a querer perderte una visita a este enclave costero?
¡Acompáñanos en un día de excursión por Atami! En nuestro recorrido te ofrecemos unas pinceladas introductorias de lo que puedes encontrar, pero te invitamos a visitar y seguir descubriendo más de Atami por ti mismo.
Kinomiya Jinja
A la estación de Atami se puede llegar con Shinkansen en unos 40 minutos. El desplazamiento también es posible, si bien se prolonga bastante más, en trenes convencionales como la línea Tokaido de JR. Para nuestra excursión, elegimos prolongar una estación más el recorrido haciendo transbordo en la línea Ito. Si nos bajamos en Kinomiya, nos situamos a apenas un minuto a pie del templo homónimo; una de las maravillas locales que no conviene perderse.
Al salir de la estación, caminaremos unos metros hasta encontrar un túnel bajo las vías. Apenas lo crucemos estaremos ante el clásico torii rojo que ejerce de puerta de entrada al recinto sagrado.
Como muestran las imágenes, es una belleza arquitectónica. Pero tal vez el lector se pregunte si hay alguna particularidad que distinga en especial este templo de tantos otros que pueblan la geografía nipona.
El que a buen árbol se arrima…
La respuesta viene con el nombre del lugar. Pese a que la forma de escribirlo en kanji se cambió por diversos motivos –detalladamente explicados en el folleto informativo en inglés que se distribuye a la entrada del templo–, los que tenéis alguna noción de japonés podéis descifrar el nombre del templo. Kinomiya: el templo del árbol. Y es que, entre la frondosa arboleda del recinto, hay un árbol que destaca sobremanera entre sus hermanos. Se trata de un desmesurado ejemplar de alcanfor, que lleva creciendo en el lugar desde… ¡hace más de 2000 años!
Los avatares de tan largos años, incluyendo la supervivencia a varios impactos de relámpagos, han mutilado el árbol de varias formas, pero no han logrado arrancarle la vida. Así, se ha convertido en un símbolo sagrado de longevidad y resistencia. Además, el vetusto tronco y sus tonalidades grisáceas han adoptado una apariencia pétrea. Junto con el verdor húmedo de los líquenes y el musgo que lo recubren, la corteza del árbol ha adoptado una imagen imponente, muy acorde con los preceptos estéticos más apreciados en Japón. La naturaleza hecha escultura.
Miyasaka: Atami de arriba abajo
Desde la elevada ubicación de Kinomiya se domina, de un vistazo, toda la extensión urbana de Atami. También es un buen lugar para iniciar un recorrido por la ciudad. Miyasaka, que podemos traducir como “la cuesta hacia el templo”, es un antiguo camino que bordea el transcurso de un riachuelo.
Disfrutamos, con calma, el paseo cuesta abajo, encontrándonos con pintorescas muestras de arquitectura tradicional. El decorado se completa con curiosas esculturas a lo largo del recorrido. Y, si hay suerte de estar allí en febrero, como en mi caso, con la floración rosada del ume, podrá disfrutar de los ciruelos que saludan el paso de los visitantes. Más aún, Atami tiene una variedad propia de cerezo. Si es famosa la floración del sakura hacia finales de marzo, el Atami Sakura florece en las postrimeras de enero. Desconocía este dato, que confirma que los amantes de la botánica tienen una cita obligada en Atami. Sin embargo, de forma insospechada, pude disfrutar el espectacular rosa intenso del Atami Sakura que adorna el tramo final del riachuelo.
Escenografía marítima
Nuestro camino nos ha llevado hasta el mar, donde se abre el parque Shinsui a modo de paseo marítimo. En la temprana hora de nuestra visita, los efectos de la luz, que aún llega oblicua, intensifican el atractivo de las vistas.
Como telón de fondo al pequeño puerto deportivo se alza una empinada colina. Encaramada sobre ella, la silueta del castillo de Atami centra las miradas. Sin embargo, el cinéfilo que me habita no dejaba de otear los muelles, preguntándose cuál debía ser el punto exacto donde Ozu plantó la cámara para rodar a la pareja de ancianos que protagoniza la mítica Cuentos de Tokio…
Kiunkaku: un hotel con solera
Continuamos el paseo hasta el recinto de Kiunkaku. Entre los numerosos ryokan, hostales tradicionales con oferta de onsen (baños termales) como gran atractivo de Atami, Kiunkaku no era simplemente uno más. Actualmente museificado, se puede visitar el que fuese lujoso alojamiento de ilustres plumas de la literatura nipona; Tanizaki, Dasai, Mishima… No fueron pocos los grandes nombres que en su día se anotaron en el registro de entrada del establecimiento. Allí pudieron inspirarse contemplando el jardín japonés, alrededor del cual se estructura el edificio, o relajándose sumergidos en las aguas calientes.
El interiorismo sorprende por el contraste del edificio, de corte tradicional, con la presencia de elementos decorativos occidentales. Un llamativo ejemplo es el llamado baño Roma, que trata de evocar unas termas del imperio del Mediterráneo.
Una animada vida comercial
Se acerca el momento de abandonar Atami. Nos encaminamos cuesta arriba hacia la estación central de la localidad. En el trayecto encontraremos buenas muestras del vigor comercial de la ciudad. Los numerosos establecimientos se ubican, a veces, en edificios singulares.
En las inmediaciones de la estación, las calles más animadas nos reciben con la característica configuración cubierta de los shotengai japoneses. Los arcades de Heiwa-dori o de Nakamise-dori abundan con vapores que anuncian la cocción del dulce manju.
Sin embargo, los frutos del mar son los que dan fama al comercio local. La imagen icónica del fugu, el famoso pez globo, está presente. Tampoco faltan carteles anunciando himono, pescado seco, saludando nuestro paseo de despedida de Atami.
Una vez en la estación, buscamos nuestro andén y esperamos para embarcarnos hacia nuevos destinos en esta provincia de Shizuoka. No nos perdáis la pista, porque, en las próximas entradas, vamos a seguir descubriendo los lugares más atractivos –algunos de ellos muy poco conocidos– que nos esperan en Shizuoka.
GUÍA DE SHIZUOKA
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