En la prefectura de Gifu, en la montañosa región de Hida, hay una ciudad llamada Takayama. Allí llegamos a las 12:13 después de haber partido desde Osaka a las 7:59.
Lo especial de este viaje, para mí, fue la visita de mi hermano, que vive en México. Es por eso que decidí llevarlo a Takayama para experimentar un Japón auténtico.
Estancia en un templo de Takayama
Como una experiencia original, nos hospedamos en el templo Zenkoji. En realidad este templo budista actúa más como hostal que otra cosa, y en lugar de cobrar una tarifa, aceptan ‘donaciones‘ a cambio de hospedaje. Compartir el baño y la cocina con turistas (casi todos franceses) nos hacía olvidar que estábamos en un templo, pero el ambiente que generaba la vista al jardín japonés desde la espaciosa habitación con el tradicional suelo de tatami hizo de nuestros días allí una hermosa estadía.
De turismo por Takayama
Salimos a pasear por la ciudad y nos encontramos con el templo Hida Kokubunji, donde nos detuvimos a rezar y también a admirar el antiguo árbol Gingko de unos 1200(!) años de antigüedad.
Para recargar energías hicimos una parada en uno de los restaurantes más concurridos de la ciudad, donde sirven el Takayama ramen. Tanto los fideos como el huevo y la carne fueron exquisitos.
Después de la comida decidimos continuar recorriendo los alrededores de la zona. Llegamos al puente Masugata y, al ver el precioso río de piedras que lo atravesaba, bajamos para experimentarlo de cerca. Pasamos un rato allí, en la serenidad de la naturaleza, viendo pasar alguaciles así como lo hacíamos en el barrio de nuestros abuelos cuando éramos pequeños. Mientras el sonido del agua del río rozando las piedras se desvanecía, nosotros nos acercábamos más al santuario Hie, ubicado en un zona más montañosa. El gran cedro del santuario, de 7 metros de diámetro y 39 metros de altura, fue lo que más nos gustó. Se estima que su edad es de mil años. Continuamos andando y llegamos al santuario Sugigatani Shimei, tan desolado como el anterior, pero mucho más abandonado. Luego paramos en el templo Shorenji, y en el parque Ninomaru fue donde hicimos un descanso para tomar una botella de mate frío (sí, ¡se vende mate en Japón!).Como toda lluvia de verano, por momentos intensa, cesó rápidamente. En ese entonces fuimos al centro de la ciudad para cenar algunos platos locales, como la exquisita hamburguesa de Hida.
Al día siguiente, y después de presenciar la celebración matutina que una monje(?) realizó en el templo donde nos alojábamos, nos dirigimos al famoso mercado Miyagawa. Allí disfrutamos del paisaje junto al río y probamos algunos bocados, aunque no compramos nada. Las cosas en Takayama salen, en general, por casi el doble de lo que cuestan en Osaka. Sus elevados precios, quizás, se deben a la cantidad de turistas que la visitan.
No solo japoneses; nos sorprendió el número de gente extranjera que también merodeaba las callejuelas que datan de la época de Edo (1600-1868). Seguimos andando y llegamos hasta el santuario sintoísta Hachimangu, conocido por su escalera, que está hecha de una sola roca.
Después de cruzar el gran torii que bordea el río Miyagawa, paseamos un poco más por la calle comercial y, entrando y saliendo en tiendas de antigüedades y souvenirs, casi se pasó el día. Así llegamos al museo de arqueología de Hida. El museo es súper interesante, con objetos de la era Yayoi (más de 10 000 años atrás), instrumentos musicales (Koto de dos cuerdas, la flauta tradicional ‘Shou’), vestimenta de ninjas, etc. Aunque lo más interesante fue ver los pasadizos secretos y la manera en la que los ninjas se escondían de las visitas inesperadas. También el guía nos mostró de qué manera habían construido el techo de una de las habitaciones, para que tan solo con cortar unas sogas se desplomara en un instante y caiga sobre el enemigo intruso.
El día concluyó probando sake en una de las fábricas que ofrecen la bebida alcohólica de la región. Luego bordeamos una vez más el río y deambulamos por la calle, que hasta las 6 de la tarde son un gran bullicio, pero, por algún motivo, se vuelven desérticas cuando cae el sol. Regresamos al templo. Baño… té verde… masajes en los pies… mapa en mano… lluvia de fondo. Felicidad.