Horimono (彫物) es un término poco conocido en el mundo del tatuaje, pero uno de los más utilizados entre los tatuadores japoneses para referirse a este oficio. Su uso denota un profundo respeto por dicha práctica. De forma similar, hay diversos eufemismos empleados en Japón para referirse a los tatuajes: wabori (和彫, tallado japonés), shisei (刺青, azul penetrante – en referencia a los reflejos azules que adquiere la tinta sumi al envejecer), bunshin (文身, decoración corporal), entre muchos otros.
En cambio, irezumi es una palabra con una connotación muy diferente a los términos anteriores. Aunque también está vinculada a los tatuajes japoneses, se suele emplear fuera de Japón o por parte de japoneses que no dominan el tema, ya que en realidad su significado es muy negativo.
En este artículo, trataremos los inicios de los tatuajes japoneses, su historia y su evolución a lo largo de los siglos.
Los orígenes de los tatuajes japoneses tradicionales
Irezumi (入れ墨), literalmente “tinta insertada”, se fue convirtiendo en un vocablo común entre los japoneses a partir de 1720. Fue en esta época, durante el periodo Edo (1603-1868), cuando los tatuajes empezaron a usarse en el archipiélago con fines punitivos. Marcaban a las personas que habían cometido delitos con símbolos que variaban en función del delito o región. Estas marcas podían ir desde una simple línea alrededor del antebrazo hasta un kanji (carácter chino) en la frente.
Por lo tanto, irezumi no se refiere a los tatuajes japoneses tradicionales que conocemos actualmente. Esta palabra todavía puede tener una imagen muy negativa en Japón hoy en día en función del interlocutor. De acuerdo al horishi (彫師, maestro tatuador) al que tuve oportunidad de conocer, la connotación peyorativa de esta palabra es tal, que lo mejor es evitar usarla.
[the_ad id=»84408″]Un horishi es un maestro tatuador que practica el tatuaje tradicional japonés. Estos profesionales son artesanos y, generalmente, no se les debe considerar como artistas. No es un término que les suela agradar. Tal como sucede con los tatuajes, hay otras palabras para denominar a los que practican este oficio, como bunshinshi (文身師).
Este artículo está dedicado a los tatuajes tradicionales japoneses conocidos como horimono, pero también hay otro tipo de tatuajes que aunque no detallamos aquí, vale la pena mencionarlos: los que se hacen en la cara y los antebrazos de las mujeres Ainu, los que llevan en las manos las mujeres de Okinawa, y los que se remontan a la era Jomon (13000-400 av. J-C.).
Los tatuajes japoneses durante el período Edo
Para comprender la evolución del horimono, debemos remontarnos a su creación durante el período Edo (1603-1868). Es en 1720 cuando la clase dirigente introduce los tatuajes denominados irezumi. De esta forma, los que han cometido delitos graves empiezan a ser fácilmente identificables. Es durante este período que el tatuaje comienza a ser visto de forma negativa por parte de la población.
Los tatuajes también se empiezan a desarrollar en otros ámbitos de la sociedad japonesa. Las cortesanas de los distritos del placer en ocasiones lo practicaban con algunos de sus clientes más valiosos como técnica de fidelización. Podía ser simplemente un punto negro tanto en el cliente como en la cortesana para simbolizar su unión y animarle a volver a verla.
La influencia del ukiyo-e
El tatuaje siguió evolucionando durante el periodo Edo, tanto por su atractivo como para ocultar los tatuajes punitivos. Su evolución se debe, sobre todo, al ukiyo-e (浮世 絵 grabado japonés en madera), una de las más famosas expresiones de las artes gráficas japonesas tradicionales. Los grabados de ukiyo-e abarcan diversas temáticas, como paisajes, actores de kabuki (teatro popular tradicional japonés), shunga (escenas eróticas) o yokai (criaturas del folclore japonés). Algunos de los cuales comienzan a aparecer en los tatuajes japoneses de la época.
La popularización de suikoden en Japón
A partir de 1827 el tatuaje en Japón experimentó un giro en su concepción e imagen. Fue en esta fecha cuando el maestro grabador Kuniyoshi Utagawa (歌川国芳) comenzó una serie de obras basadas en el suikoden.
Suikoden (A la orilla del agua) es una novela de origen chino que cuenta la historia de 108 forajidos que se rebelan contra un gobierno corrupto. Los 36 bandidos más poderosos son los héroes principales de la historia, mientras que los 72 restantes, menos poderosos, son sus soldados. Esta novela puede considerarse como el equivalente chino de Robin Hood. Cuando esta novela llegó a Japón, Kuniyoshi Utagawa la utilizó para representar a sus protagonistas en numerosos grabados heroicos.
Dado que el Shogunato (la dictadura militar durante este periodo) tenía acceso a estos grabados, Kuniyoshi Utagawa procuró darles un toque chino, especialmente en las ropas y las espadas de los protagonistas. De lo contrario, el gobierno habría visto en estas ilustraciones un desafío directo del impresor a los gobernantes.
Para acentuar el lado heroico y legendario de estos forajidos, Kuniyoshi los ilustró con tatuajes que representaban criaturas mitológicas y símbolos religiosos que cubrían la mayor parte del cuerpo.
Fue durante este periodo que aparecieron las bases de los tatuajes japoneses actuales. Cuando las clases trabajadoras se sintieron identificadas con el mensaje y la imagen heroica articulada por el suikoden, numerosos artesanos de la época empezaron a reproducir dicha estética tatuando sus propios cuerpos. Entre que Kuniyoshi ya se inspiraba en los tatuajes existentes y los japoneses a su vez se inspiraban en los grabados de Kuniyoshi, una nueva forma de artesanía vio la luz en el archipiélago.
¿Quiénes se tatuaban en Japón?
Típicamente llamados shokunin (職人), los artesanos en su conjunto se encontraban entre los más fervientes portadores de esta nueva armadura llamada horimono.
Los tatuajes tradicionales japoneses también eran muy frecuentes entre los bomberos de la época, llamados shouboushi (消防士). Para estos oficios, el tatuaje era una forma de pertenencia y un medio de protección espiritual contra el fuego. Y es que los incendios eran habituales en la ciudad de Edo (antiguo Tokio), formada principalmente por edificios de madera. Por este motivo era frecuente encontrar en estos tatuajes representaciones relacionadas con el agua. Los mensajeros llamados hikyaku (飛脚) atravesaban las ciudades para entregar mensajes, a menudo vestidos tan solo con un taparrabos. Para ellos el tatuaje se convirtió en otra forma de vestir.
Otro de los grupos que adoptó el horimono, como signo de pertenencia, fue el de los kyoukaku (侠客), una especie de justicieros callejeros que actuaban en bandas organizadas para proteger a los más débiles contra los bandidos y el gobierno; los antepasados de la yakuza. Estos últimos también descienden de los bakuto (administradores de apuestas) y los tekiya (vendedores ambulantes).
Lo que todas estas categorías sociales tienen en común es su diferencia de clase con respecto a los samuráis. Los samuráis ven los tatuajes como una práctica bárbara y se consideran demasiado dignos para ser tatuados. A diferencia de estos guerreros de alto rango, los artesanos no tienen permitido cometer seppuku (el suicidio ritual de los samurai) y ven en el horimono una forma de demostrar su valentía. Esta noción de rebelión contra el poder gobernante también está presente en suikoden.
El horimono durante el periodo Edo es una práctica común, no es en absoluto un tabú y nadie trata de ocultarlo. En aquella época no existían las máquinas y todos los tatuajes se hacían a mano, con cañas y agujas de bambú. Esta técnica se llama tebori (手彫り, tallado a mano). Los únicos colores disponibles son el sumi (墨, tinta negra japonesa) y el pigmento bermellón. Durante este periodo, el oficio seguiría evolucionando en forma y precisión hasta la abolición del shogunato y la entrada en la era Meiji.
Los tatuajes japoneses durante la era Meiji
El comienzo de la era Meiji (1868-1912) puso fin al Sakoku (鎖国), que entre 1633 y 1853 mantuvo al archipiélago japonés aislado del resto del mundo. Con el inicio de la apertura de Japón, al gobierno le preocupaba la imagen que proyectaba a otros países. Para preservar su imagen, las autoridades decidieron poner fin a la práctica del tatuaje punitivo (irezumi) en 1870, así como ilegalizar la práctica del horimono en 1872, por temor a transmitir una imagen poco civilizada a los occidentales. Pero aunque la práctica fue marginalizada, la cultura sobrevivió en la clandestinidad, permaneciendo intacta entre los más aficionados. Tan pronto como la ley fue aprobada, los horishi empezaron a esconderse de las autoridades con carteles falsos para poder seguir ejerciendo su oficio en paz.
Durante este periodo, el horimono se hizo más discreto a los ojos de la multitud, oculto bajo el kimono. Pero al otro lado del mundo, los extranjeros comenzaban a interesarse por la novedad cultural de los tatuajes japoneses, especialmente los marineros. Su popularidad acabó llegando incluso a la realeza británica y el Príncipe Jorge, que más tarde sería el Rey Jorge V, se hizo tatuar un dragón y un tigre por un horishi durante su estancia en Japón en 1881.
El Grupo Edo Choyukai
Fue durante este periodo, hace más de 140 años, cuando se formó un grupo muy importante para la cultura de los tatuajes japoneses: el Kanda Choyukai (神田彫勇會). Kanda era el nombre del distrito donde los clientes fundaron este grupo, pero poco a poco fue aumentando el número de clientes de otros lugares y la organización adoptó el nombre de Edo Choyukai (江戸彫勇会). El Edo Choyukai era una asamblea de personas tatuadas por el Horishi Horiuno I (初代彫宇之). Ellos mantuvieron viva esta cultura hasta el punto de que este grupo de entusiastas del horimono sigue existiendo hoy en día. Durante todos estos años de existencia, los miembros de Edo Choyukai fueron los clientes de Horiuno I, luego de Horiuno II, así como de Horiuno III.
Cada año, sus miembros se reúnen en el santuario sintoísta Oyama Afuri (大山阿夫利 神社) en el monte Oyama, entre el monte Fuji y Tokio, en la prefectura de Kanagawa. Allí, los seguidores del Choyukai participan en una ceremonia religiosa en la que se purifican bajo una cascada y muestran sus tatuajes a los dioses, entre otras cosas, antes de rezar en el recinto del santuario. Los sacerdotes que dirigen las ceremonias y viven en el santuario llevan generaciones acogiendo el Edo Choyukai. Comprenden la esencia espiritual de este oficio y su importancia en la cultura y la historia japonesas.
Esta información proviene de un horishi en Tokio con quien tuve la oportunidad de hablar.
La evolución del tatuaje en Japón durante la era Showa
El horimono sufrió grandes cambios a partir de la era Showa (1926-1989), algunos de ellos positivos mientras que otros cambiaron la propia imagen del oficio.
La influencia estadounidense en los tatuajes japoneses
Tras la Segunda Guerra Mundial, los estadounidenses se instalaron en el archipiélago y dictaron sus normas durante varios años. Entre las leyes aprobadas bajo la presión estadounidense, el gobierno japonés se vio obligado a levantar la prohibición de los tatuajes en 1948. Pero la mala fama de los tatuajes siguió persistiendo a ojos de la población japonesa.
El papel de Horigoro y Horihide
Tras la guerra, numerosos soldados estadounidenses destinados en Japón se hacían tatuajes, influenciando la evolución de la profesión de tatuador en Japón con su presencia. Entre finales de los años 50 y principios de los 60, dos horishi participaron en la revolución del horimono en el archipiélago.
El primero de ellos fue Horigoro I (初代目彫五郎), quien conoció a un soldado estadounidense que tenía una máquina de tatuar eléctrica, lo que le llevó a fabricar sus propias máquinas basándose en las del soldado. Apareciendo así, las primeras máquinas de tatuar japonesas.
El segundo horishi que desempeñó un papel muy importante para el tatuaje en Japón, es Horihide (初代岐阜彫秀). Fue el primer tatuador japonés que estableció un vínculo con un tatuador estadounidense. Durante una visita al templo budista Senso-ji (浅草寺) de Asakusa (浅草), conoció a tres soldados estadounidenses con coloridos tatuajes hechos a máquina en los brazos. Horihide se las arregló para conseguir la tarjeta de visita de su tatuador que vivía en Hawái, que no era otro que Sailor Jerry, una leyenda del tatuaje en los Estados Unidos. Horihide inició una conversación epistolar con Sailor Jerry que duró cuatro años antes de irse a Hawái. A Sailor Jerry le interesaba el imaginario y los patrones japoneses, mientras que a Horihide le interesaba conseguir todos los pigmentos posibles y llevárselos a Japón. Sailor Jerry también enseñó a Horihide a tatuar con una máquina. Cuando se fue, Sailor Jerry le regaló colores y máquinas de tatuar.
Antes de este encuentro, el tatuaje japonés solo se realizaba con los colores mencionados, el sumi y el bermellón. Este último era problemático. Incluso hirviéndolo, tratándolo y eliminando el mercurio de la mezcla, daba fiebres altas durante uno o dos días.
El regreso de Horihide a Japón supuso un cambio en el mundo del tatuaje japonés. Los nuevos pigmentos y máquinas se extendieron rápidamente por todo el país en cuanto se corrió la voz sobre a qué empresa americana había que comprar.
Esta información sobre Horihide proviene del libro Wabori Traditional Japanese Tattoo, que recopila entrevistas con muchos horishi, incluido Horihide.
¿Por qué se asocia el tatuaje con la yakuza?
Durante las décadas de 1960 y 1970, la imagen del tatuaje en Japón se vio empañada una vez más. Durante este periodo, el cine japonés se vio invadido por la proliferación de películas de la yakuza, especialmente las de la productora Toei. En estas películas, los yakuza aparecen sistemáticamente en la pantalla con tatuajes japoneses. Este fenómeno ha conducido en gran medida a la connotación que conocemos hoy en día.
Además, en las décadas de 1980 y 1990 la actividad de la yakuza fue cada vez más intensa. En respuesta, el gobierno japonés aprobó una ley contra los grupos criminales el 1 de marzo de 1992 para desmantelarlos. El número de yakuza se redujo drásticamente, pasando de unos 180.000 miembros en su punto álgido en la década de 1960 a 28.000 miembros a finales de 2019.
Es en este momento cuando la población general empieza a prohibir a la yakuza el acceso a sus negocios, en particular a los onsen (温泉, baños termales). Pero el temor a la ira de la mafia hizo que los responsables de los onsen se limitaran a prohibir la entrada a las personas tatuadas. Cabe destacar que el acceso a los sento (銭湯, baños públicos) nunca ha estado prohibido y nunca lo estará. En el pasado, no todos los japoneses tenían un baño en su casa, convirtiendo al sento en una necesidad pública.
Los problemas para los tatuados no se limitan a estos casos en el archipiélago japonés. También se les prohíbe abrir cuentas bancarias y encontrar un trabajo puede ser tarea imposible. El estigma en las mujeres llega hasta el punto que algunos tatuadores se niegan a tatuarlas por miedo a las complicaciones que puedan surgir en sus vidas, convirtiendo a las mujeres con tatuajes tradicionales en una rara avis. Desde entonces, solo los japoneses apasionados por esta cultura del tatuaje y los miembros de la mafia han seguido perpetuando la tradición del horimono. Sin embargo, a pesar de la demonización gubernamental y la negativa opinión pública, el número de horishi en activo y su correspondiente clientela no va en declive aún 30 años después, manteniendo la vigencia del mensaje de los héroes del suikoden. Así que todavía existe la posibilidad de encontrar algún japonés luciendo con orgullo sus grabados al visitar un sento.
La imagen de los tatuajes japoneses en el resto del mundo
Al contrario de lo ocurrido en Japón en los años 90, horimono fue ganando popularidad en el mundo del tatuaje a nivel internacional. Fama que se disparó entre los años 2000-2010 cuando en Europa, Estados Unidos o Sudamérica, muchos tatuadores empezaron a especializarse en las técnicas tradicionales japonesas, que nunca habían sido tan populares como hoy en día. Pero aunque el tatuaje japonés se haya puesto de moda en Occidente, poder admirar estos enormes tatuajes no es tarea fácil.
Entender el horimono
Comprender la totalidad del horimono es algo complejo. Para entender este oficio, es importante familiarizarse con la cultura japonesa. Hablar todo lo posible con japoneses, con un horishi si se tiene la oportunidad de conocer uno de ellos; estudiar el ukiyo-e, visitar museos o templos y santuarios. Todo esto es necesario para hacerse una idea. Pocos extranjeros o incluso japoneses, son capaces de entender y aplicar todas las normas que rigen este oficio. Los tatuadores han logrado llegar a este entendimiento a través del trabajo duro y la paciencia. El estudio del tatuaje japonés es un tema muy amplio, que puede durar toda la vida.
El horimono es un proceso largo y doloroso, en el que la paciencia, la pasión y la determinación son claves para poder completar la armadura. En realidad, paciencia (我慢, gaman) es otro sinónimo utilizado para definir al horimono. Se necesitan entre 200 y 300 horas para completar un tatuaje de cuerpo entero, desde los tobillos hasta los hombros. Incluso después de 120 horas de tatuaje, la finalización de la obra sigue pareciendo lejana. El tiempo también depende de la herramienta utilizada, una máquina dibujará las líneas mucho más rápido que el tebori, pero este permite introducir los colores en la piel más rápidamente. Cada tatuador trabaja con un estilo y una velocidad diferentes. Es importante tener todo esto en cuenta antes de emprender este viaje. Después de todas las aventuras y encuentros que me ha deparado el horimono, solo puedo dar las gracias por tener la oportunidad de estar en Japón y experimentar lo que muy poca gente llega a experimentar en su vida.
Quiero agradecer a Houryu por compartir sus conocimientos conmigo y por permitirme usar las fotos de su trabajo.
Traducido por Toshiko Sakurai