Patrocinado por la Asociación Turística de la Prefectura de Shizuoka.
Nuestro periplo por Shizuoka continúa en el punto en el que lo dejamos, con una parada intermedia para hacer transbordo en Mishima. ¿Nuestro próximo destino? Fujinomiya. La estación de JR Mishima es un lugar muy atractivo para los fanáticos del mundo ferroviario. La cubierta de los andenes mantiene gran parte de su antigua estructura de madera.
Se trata de una curiosidad digna de ver que se suma a la alegría por el repentino cambio en las temperaturas. Tras una mañana desapacible y nubosa en Shuzenji Onsen, la aparición de un sol radiante era una buena noticia muy bien recibida. Abordar un tren de la línea Tokaido en la prefectura de Shizuoka tiene premio en días despejados. Y, si no, echad un vistazo a la siguiente foto. Creo que no hace falta comentar más. La vista que tenéis en la imagen no necesita presentación.
Destino: Fujinomiya
Nos desplazamos hasta la estación de Fuji —elocuente nombre—, donde vamos a hacer transbordo para cambiar a la línea Minobu, también de JR. En unos veinte minutos, el tren hará su entrada en la estación de Fujinomiya, donde vamos a pasar la noche. Llegamos temprano, y el alojamiento no está más que a unos minutos a pie de la estación. Todo se da para poder callejear un poco por el entorno.
Enseguida nos encontramos con lo que veis arriba: el arco de entrada a un vetusto shotengai. Las clásicas calles comerciales niponas están en franco declive. Los centros comerciales de gran superficie les comen el terreno de forma acuciante. Entre la precariedad y la obsolescencia, estos lugares conservan un encanto que apreciarán los que, como yo, nos criamos en los años 80. Como si descendiéramos de nuestro particular Delorean para volver a la época de la infancia, incluso en un entorno tan alejado del que nos vio crecer, los recuerdos se agolpan como los productos a la venta en los escaparates. Es el tipo de decadencia kitsch del que no pocos viajeros se enamoran al recorrer los barrios céntricos de Osaka.
En el paseo encontraremos otro shotengai; este con algunas tiendas renovadas y orientadas a la artesanía más contemporánea. Se localiza justo al lado izquierdo de las enormes linternas con que se llama la atención de la entrada a un recinto monumental. Sin dudar un segundo, nos adentramos en él.
El santuario Fujisan Hongū Sengen Taisha
Sengen Taisha es el templo sintoísta dedicado al culto de, cómo no, el monte Fuji. Insoslayable, el Fujisan centra todas las miradas en esta comarca. Dado el carácter de la religión autóctona nipona, orientada a la veneración de las manifestaciones naturales, era también inevitable que el volcán, de imponente presencia, fuese deificado. El recinto es enorme y lleno de detalles, de los que os mostramos apenas una selección.
La estatua del jinete arquero nos recuerda que el yabusame, la práctica ritual del tiro con arco ecuestre, tiene en este santuario una concurrida cita anual. Unos metros más allá encontraremos el pabellón principal. A juzgar por la viveza de su colorido, ha debido de ser recientemente renovado. Algunos detalles de sus polícromos elementos decorativos resultan realmente atractivos.
A continuación, caminaremos hacia un costado del recinto, atraídos por un pequeño estanque que reclama que lo visitemos.
Wakutama-ike
Los geólogos explican que una lengua de lava emergida del Fuji, endurecida al solidificarse, llega hasta el lugar de nuestra visita. Cubierta, a posteriori, de cenizas y otros materiales volcánicos porosos, este estrato impermeable conforma un cauce subterráneo que recoge las aguas de la lluvia y el deshielo de la ladera sur. El pequeño estanque Wakutama se forma en el lugar en el que este cauce oculto aflora a la superficie. El estanque desagua hacia el sur, conformando el río Kanda, cuyo curso vertebra la localidad de Fujinomiya.
¡Hora de cenar!
Cae la noche y es el momento de reparar fuerzas. Para la cena, estaba pensando en disfrutar un buen plato de la especialidad local: el yakisoba de Fujinomiya. Como sabemos ya desde Shuzenji, el soba es uno de los productos estrella aquí en Shizuoka. Si embargo, el Fujinomiya Yakisoba es un plato muy particular, con sus propias peculiaridades. Se trata de fideos de textura consistente a los que se añaden trozos crujientes de carne magra, dándole un característico sabor intenso. Todo ello se saltea en aceite y en su salsa, para servirlo finalmente espolvoreado con un furikake a base de caballa o sardina seca rallada.
Pero no iba a ser necesario buscar un restaurante; la oficina de promoción turística del gobierno municipal de Fujinomiya se encargaría de ello en mi lugar. En este sentido, tengo que agradecer enormemente al señor Inagaki y a la señora Ando por sus atenciones en todo momento. 稲垣さん、安藤さん、心から感謝いたします。Y, sobre todo, lo que les agradezco es que me descubrieran el restaurante de soba Toshian.
Se trata de un lugar de gran encanto. No se trata solo de las delicias que ofrece el menú; el comedor está decorado con interesantes obras de artesanos locales. La vajilla y utensilios son también pequeños tesoros. El lugar no es de los que queden al paso de los turistas. Para acceder, hay que adentrarse en una recóndita zona residencial en una empinada ladera. Por eso, no es un restaurante que se pueda descubrir de forma casual. Es necesario tener referencias para encontrar el sitio.
Pero lo mejor en Toshian es, sin duda, la simpatía de su dueño y cocinero jefe, el señor Saito. Para empezar, debo mencionar que era el día de descanso semanal en el restaurante. Sin embargo, el señor Saito vino a recibirme para que pudiera disfrutar, de forma privada y personalizada, su buen hacer en los fogones. Así que no puedo por menos que cantar aquí las excelencias de su cocina y compartir la experiencia con los lectores. Y lo hago con mucho gusto. Claro que, para gusto, el de sus sabrosos platos.
Una cena muy especial
Yo fui el primer sorprendido al comprobar las infinitas posibilidades del trigo sarraceno; el cereal que en japonés llaman soba. Lejos de limitarse a los fideos que todos conocemos, el señor Saito elabora sorprendentes platos como los que veis aquí:
Masa esponjosa de soba con wasabi; fideos de soba integral y de soba pulido; tonjiru (sopa de carne de cerdo) con esencia de soba; matcha (té verde en polvo) en infusión de agua de hervir soba; kushidango (bolas glutinosas) de soba con salsa dulce de sésamo. Estas son solo algunas de las variedades que pudimos degustar.
Pero la velada no se quedó sólo en mover el bigote. Fue una auténtica master class en la que el señor Saito nos comentó, en un amable japonés muy fácil de comprender (incluso para los menos duchos en el idioma), las particularidades de cada receta. También nos invitó a conocer su lugar de trabajo; o, podríamos, decir de culto. La cocina del Toshian no es diferente a la de cualquier otro restaurante, pero sí lo es el taller de elaboración de soba.
El taller es casi un pequeño santuario, pero de condiciones de trabajo algo duras. Para evitar la pérdida de humedad, el soba se debe amasar a bajas temperaturas… una labor no apta para frioleros. Aunque no pude fotografiarlos, impresionaban el macizo cuenco de madera lacada para el amasado y el enorme cuchillo para cortar los fideos. Porque, en efecto, los finos hilos de soba se trocean con una alucinante técnica manual.
Cada pieza de la vajilla del Toshian es exclusiva, algunas de ellas bastante antiguas. En caso de rotura, el propio señor Saito les devuelve la utilidad reparándolas con la técnica del kintsugi o «carpintería de oro». Con cada pequeño accidente, las piezas cobran nueva vida y renovada belleza.
Merecido descanso en el Ryokan Ogawaso
Llegó la hora del reposo y, para recuperar fuerzas, nada mejor que un ryokan con rotemburo, como el Ogawaso de Fujinomiya. Por si es necesaria la aclaración terminológica: ryokan es el alojamiento de estilo tradicional nipón. Aparte de las estancias con ambiente tradicional, suelo de tatami y clásico futón para dormir, los ryokan ofrecen, por lo general, baños termales (onsen). Rotemburo es como se denomina al baño cuando está en el exterior, permitiendo gozar de las vistas.
Antes de dormir, el baño caliente genera un confortable relax. Recordad, eso sí, que la pileta de agua caliente es comunitaria. Aunque en muchos establecimientos, como el propio Ogawaso, el baño se cierra para disfrutarlo individualmente o en familia, igualmente hay que limpiar y aclarar bien el cuerpo en las duchas antes de sumergirse en la bañera. Después de secarse, el local dispone de yukatas; cómodos kimonos ligeros de algodón con los que podemos dormir.
Alguien dirá que, con las temperaturas de febrero, a nadie le apetece un baño al aire libre… y menos por la noche. Bueno, eso es porque no ha visitado el rotemburo de Ogawaso. Incluso en la oscuridad, aunque no se vea en las fotos, hay una sombra inconfundible de fondo; magnética presencia que nos invita a repetir el baño nada más despertar, a la sugerente luz del amanecer. Vean, vean:
Hasta la vista, Fujinomiya
Empezaba el día de la mejor manera, pero aún había una intensa jornada por delante. Convenía acumular fuerzas, pero de eso se encargaba el servicio de cocina. El desayuno se sirve en las habitaciones y se degusta solo con la vista.
Aunque, claro está, se disfruta aún más con el paladar; pescado a la parrilla, verduras hervidas o encurtidas, sopa de miso, buen té y, por supuesto, arroz. Gastronomía puramente nipona que no podría encontrar mejor entorno para ser degustada.
Con un inmejorable sabor de boca y agradecidos por el buen trato recibido, dejamos el Ogawaso y nos encaminamos a la estación. Quedan nuevos trayectos de tren por delante, y no serán en cualquier línea ferroviaria, sino en una muy especial. ¡No dejéis de seguir mi viaje por Shizuoka, que aún quedan sorpresas!
GUÍA DE SHIZUOKA
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