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Patrocinado por la Asociación Turística de la Prefectura de Shizuoka.

 

Resguardado entre pequeñas montañas, el templo budista de Shuzenji da nombre a una pequeña localidad balnearia. Hostales tradicionales, pequeños bosques de bambú y puentes de fantasía aderezan el enclave. Por si la belleza del entorno no fuese suficiente reclamo, profundas capas de historia enriquecen el atractivo del lugar. Si en épocas posteriores la ciudad shogunal de Edo, hoy Tokio, ejercía de referente y se llamaba Koedo (pequeño Edo), a las localidades cuya arquitectura y belleza emulaba la de la capital, en el Japón de hace 1000 años, se nombraba como Shokyoto (pequeño Kioto). Eran lugares cuyo atractivo rivalizaba con el de la corte imperial.

Seguimos nuestro recorrido por la provincia de Shizuoka y nos adentramos en la península de Izu. Hoy viajaremos a un pequeño Kioto del que brotan aguas calientes. Subid con nosotros al tren, que os llevamos a Shuzenji Onsen.

Rumbo a Shuzenji

En La bailarina de Izu, el premio Nobel Kawabata Yasunari nos narraba un viaje desde Tokio hasta Izu. La compañía ferroviaria JR no pudo obviar tan popular novela cuando inició el servicio turístico hasta la península, por lo que los trenes con destino a Izu fueron bautizados como Odoriko: ‘bailarina’.

En nuestro caso, no partimos desde Tokio, sino que abordamos el tren en Atami, donde habíamos comenzado nuestro descubrimiento de Shizuoka. Hay que tener cuidado de no confundirse de vagón, ya que los convoyes Odoriko-go tienen composición doble y se dividen en la estación de Mishima, a continuación de la de Atami. A partir de ahí, una parte del tren va hacia Shimoda, en el extremo de la península, mientras que la otra nos lleva directos a Shuzenji. Hay que tener en cuenta que las vías del trayecto entre Mishima y Shuzenji  no pertenecen a JR. Por eso, los que viajéis con Rail Pass debéis tener previsto que la compañía operadora os cobrará 500 yenes más por ese tramo.

Debíamos subir en los vagones del final, desde el número 11. Pero ya sabéis que en las estaciones japonesas no se deja nada a la improvisación. En el suelo tenéis las marcas que indican dónde se abrirán las puertas del Odoriko, indicando el número de cada vagón.

Andén del tren Odoriko en Shizuoka.

Ya vemos llegar el tren y comprobamos su maciza apariencia, que remite a otros tiempos y otras ideas de diseño. Aunque hay trenes más modernos con formato de visión panorámica en sus vagones, al que se denomina Superview-Odoriko, se mantienen algunas unidades de las que iniciaron este servicio, allá por 1981.

Tren Odoriko en Shizuoka.

Interior del tren Odoriko en Shizuoka.

El interior del vagón nos transporta, en un arrebato nostálgico, a los años 80. Pero pronto nos vamos a ver envueltos en un viaje aún más largo en el tiempo. Sólo tenemos que salir de la estación ferroviaria de Shuzenji y encontrarnos la de autobuses. De allí parten líneas con destinos diversos, pero hemos de tomar un autobús en el andén número 1, adjudicado a los que nos llevan a Shuzenji Onsen.

Parada de autobús en Shuzenji, Shizuoka.

En apenas 15 minutos desandaremos varios siglos para pisar los mismos caminos donde se enseñorearon los miembros del histórico clan Minamoto, quienes establecieron el primer gobierno shogunal en Kamakura, trasladando, por vez primera, el centro del poder político a las regiones orientales de Japón.

 

El templo de Shuzenji

Ponemos pie en Shuzenji Osen y no tardaremos en toparnos con un torii de piedra. No hay lugar histórico sin sus templos, y aquí tenemos el de Hie, de culto sintoísta.

Torii del templo Hie, en Shuzenji (Shizuoka).

Pero sólo unos pasos más nos separan del sagrado recinto budista que da nombre al lugar. Se dice que Kukai, el monje cuya influencia le valió, tras su muerte, el apelativo honorífico de Kobo Daishi, empezó sus prédicas aquí. Eran los inicios del siglo IX, y las enseñanzas búdicas, ya asentadas en la zona circundante a Kioto, empezaban, así, a abrirse paso en esta región oriental del Japón.

Templo Hie de Shuzenji, en Shizuoka.

El nombre de Kukai no se quedará sólo en el recinto religioso. En cuanto dejemos el templo atrás seguiremos conociendo algunas de sus hazañas. Pero no tengamos prisa en salir; contemplemos, un poco más, su patrimonio arquitectónico y escultórico.

Templo Hie de Shuzenji, en Shizuoka.

Patio del Templo Hie, en Shuzenji (Shizuoka).

Una pequeña y agradable sorpresa

Abandonamos el templo, dispuestos a callejear por Shuzenji Onsen, para encontrarnos, a los primeros pasos, con una grata sorpresa. La cartelería de información turística tiene un diseño elegante. Buen gusto, acorde con el entorno. Pero lo que más nos llama la atención es que los textos, entre otros varios idiomas ¡están escritos en español!

Carteles informativos en Shuzenji, Shizuoka.

A lo largo del país no es difícil toparse con información en diversos idiomas. Pero el inglés, como lengua franca internacional, más el chino y el coreano, por ser países cercanos que aportan buena parte de la tasa turística, son los que predominan de manera abrumadora. En el norteño Hokkaido se pueden ver carteles en ruso, por la proximidad al mercado turístico de ese país. También hay zonas con concentración inmigrante brasileña en que se pueden leer anuncios en portugués. Pero es la primera vez que me encuentro un uso tan destacado de mi lengua materna, más allá de los folletos de algún lugar muy concurrido. Es una pequeña alegría, especialmente pensando en esos familiares y amigos que no conocen más que nuestro idioma. Sin duda, se sentirían aliviados con esta comodidad al visitar el lugar.

Un paseo entre aguas cálidas

Lo que más abunda en Shuzenji son los establecimientos de aguas termales. Lástima que la premura del viaje me impidió alojarme allí para disfrutarlos con calma. Pero algunos de ellos se presentan con una arquitectura singular que convierte en un placer simplemente pasear junto a los edificios. Es el caso de la llamativa torre del Hakoyu Onsen.

Hakoku Onsen, aguas termales en Shuzenji (Shizuoka).

Se trata de una construcción reciente, pero que evoca una antigua casa de baños ubicada en el mismo lugar. En ella tuvo lugar un destacado episodio histórico. En 1204 se bañaba en sus aguas el shogun Minamoto no Yoriie cuando fue objeto de un ataque enemigo que resultó en su muerte.

No es el único edifico destacable, pero nos resulta más atractivo hablar aquí de un onsen al aire libre: el Tokko no yu. Se trata de una pequeña piscina junto al río, en el lugar en que hay una surgencia de aguas calientes. Apenas una pérgola, adornada con coloridas telas, y una valla de madera resguardan el onsen primigenio que dio origen a este pueblo.

Onsen público Tokkonoyu en Shuzenji (Shizuoka).

Es aquí donde reaparece Kobo Daishi, pues el legendario origen de este onsen tiene que ver con el monje. Se hallaba meditando en el lugar, una mañana de invierno, cuando presenció la escena de un muchacho bañando en las frías aguas del río el cuerpo de su padre enfermo. Conmovido, el compasivo Kukai golpeó una roca con su dokkosho, el báculo budista de metal. La roca se quebró, dando salida a un agradable caudal de aguas calientes.

Mirador de Tokkonoyu en Shuzenji (Shizuoka).

En este mirador sobre el río y el Tokko no yu el excursionista puede descansar los pies en el agua caliente.

Un recorrido corto y un sinfín de vistas

Continuamos el paseo para descubrir que no estamos en un pueblo muy extenso. Sin embargo, el corto recorrido nos hace cambiar radicalmente de escenario a cada paso. Seguimos el curso del riachuelo a contracorriente en busca de sus afamados puentes rojos: el de Katsura primero, evocando el nombre del río, y el de Kaede más adelante. El curso del agua y la fronda que lo rodea parecen sumergirnos en un lugar alternativo a toda noción de espacio urbano.

Puente y bosque en Shuzenji, Shizuoka.

Entre ambos puentes el tiempo parece detenerse cuando atravesamos un camino entre esbeltos tallos de bambú. El Chikurin no michi, literalmente ‘camino del bosque de bambú’, es una escenografía perfecta para fotografiarse vistiendo kimono. Eso afirmaba la pareja que vemos en la foto. Lo declaraban a un equipo de televisión que se encontraba tomando imágenes del lugar.

Bosque de bambú en Shuzenji, Shizuoka.

Ya en las afueras del pueblo seguimos nuestro camino hasta visitar la tumba de otro Minamoto. Se trata de Noriyori, hijo de Yoshitomo. Como su hermano Yoriie, también acabó trágicamente sus días en este pueblo, víctima de un malentendido político-familiar.

Tumba de Noriyori en Shuzenji, Shizuoka.

Un toque gastronómico y de vuelta al camino

También la sepultura de Yoriie se puede visitar en las inmediaciones. Igualmente, hay otros templos, parques y más atracciones que invitaban a continuar recorriendo Shuzenji. Pero había poco tiempo y mucha hambre, así que nos decantamos por entrar a uno de los numerosos restaurantes de soba, la especialidad local.

Plato de soba en Shuzenji, Shizuoka.

Lo bueno de los fideos de soba es que apetecen todo el año. En este caso, el frío inicio de febrero invitaba a tomarlos en un bol de caldo humeante, rematados con unas verduras en tempura. Pero en verano es un placer sumergirlos en un caldo con hielo.

Con el estómago satisfecho, ponemos rumbo a la estación. No hemos tenido tiempo de visitar algunas colinas del pueblo que hacen las veces de mirador. Desde allí se podría ver el emblemático Monte Fuji. Pero nos esperan nuevos destinos para seguir descubriendo Shizuoka. Es posible, además, que en las siguientes andanzas tengamos la ocasión de ver más de cerca la montaña sagrada… ¡No nos pierdas la pista!

 

GUÍA DE SHIZUOKA

¿Necesitas más información? Puedes encontrar información actualizada sobre la historia de Shizuoka, así como lugares de interés, alojamiento, comida y transporte en el siguiente enlace:

https://shizuoka-guide.com/english/

 


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Jose Montaño

Jose Montaño

Me gusta viajar, así que fui al lugar que me parecía más lejano. Me gusta el cine, así que trato de seguir viajando a través de las películas. Me gusta escribir, así que empecé a convertir esos viajes en palabras. Me gusta leer, así que espero que os guste leerme.

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