Los tiempos de grandes cambios son convulsos, pero también ofrecen buenas oportunidades a aquellos que saben cómo navegarlos. En la historia reciente de Japón, uno de los momentos de mayor agitación fue la restauración Meiji. Fue el punto final a tres siglos de shogunato y la incorporación del país al concierto de los grandes imperios industriales y coloniales. Y en este contexto supo jugar sus cartas la familia Hara de Yokohama, dando pie a los maravillosos jardines Sankeien.
La historia de los Hara y los jardines Sankeien
Los Hara gozaban de una buena posición merced a sus negocios en el comercio de la seda. En la nueva coyuntura nacional no sólo supieron mantener su estatus, sino que llegaron a medrar e instalarse entre las élites políticas y financieras. Una situación de privilegio que nos dejó un impresionante legado. A finales del siglo XIX, el cabeza de la familia Hara, de nombre Tomitaro pero conocido por todos como Sankei, tuvo a bien invertir la fortuna familiar en hacer de la finca de los Hara un paradisíaco enclave ajardinado. Bautizados en su honor como Sankeien, esos jardines se han conservado, convirtiéndose en uno de los mayores tesoros de la ciudad de Yokohama.
Apasionado del paisajismo, Hara Sankei hizo de los enormes terrenos de su propiedad un extraordinario jardín japonés. Orgulloso de su obra, decidió abrir al público parte de la misma. Reservando una amplia porción del terreno en exclusiva para la residencia familiar, toda la zona alrededor del actual lago central quedó a disposición del pueblo de Yokohama ya a inicios del siglo XX. Una vez que ya nadie vivía en la residencia de los Hara, la totalidad del recinto quedó a disposición de la municipalidad y se pudo habilitar para visita abierta al público.
En la vorágine de la época, la modernidad estaba aportando grandes avances al país, pero también amenazaba su patrimonio. El ilustrado señor Hara era un reconocido coleccionista de arte, muy concienciado por la conservación del legado cultural autóctono. La arquitectura era otra de sus pasiones, como evidencian las dos casas familiares que aún se conservan en el recinto. Actualmente, la residencia de los Hara sirve como lugar de celebraciones y convenciones de alto copete.
A su jubilación, el señor Sankei diseñó y se hizo construir una nueva casa para retirarse en ella junto a su esposa. Este nuevo edificio muestra, una vez más, el vivo interés de su erudito dueño por la arquitectura tradicional nipona.
Este interés tal vez se viese avivado por la preocupación con la que Hara constataba la paulatina desaparición de numerosas joyas arquitectónicas del pasado. Es así como se vio impelido a ampliar su colección de arte a elementos constructivos, como este portón que se salvó de la demolición del antiquísimo templo de Kioto en el que originalmente se ubicaba, recolocándolo como parte de los muros de su jardín privado.
Una pagoda muy especial
La escalada siguió comprando edificios enteros para trasladarlos a su jardín. Entre ellos, el más destacado es la icónica pagoda que preside el recinto desde su ubicación elevada. Se trata de la pagoda más antigua que hay en la región de Kanto, aunque originalmente se construyó en Kansai, desde donde se trasladó a su actual ubicación.
La importancia del té en los jardines Sakeien
Pero los edificios más numerosos son los que tienen que ver con la ceremonia del té. Como buen intelectual nipón, Hara era un apasionado del té japonés y la cultura generada alrededor del té matcha. Numerosos pabellones de té se reubicaron en Sankeien, traídos de los diversos rincones del país. Diversos formatos y estilos de pabellones de té están ejemplificados aquí. No es de extrañar que en el actual espacio museístico dedicado a Sankei y su legado, el té japonés tenga su cuota de protagonismo. En estas instalaciones se ofrecen degustaciones de matcha y demostraciones de la célebre ceremonia del té.
Una advertencia: el recinto es de mayor extensión de lo que puede parecer. Para recorrer este jardín japonés de forma minuciosa, incluyendo la antigua granja del lugar y su exposición de objetos de la vida cotidiana hace un par de siglos, hay que venir temprano y dedicarle un buen rato. Especialmente si uno no quiere perderse la experiencia de la ceremonia del té. El refinado ritual de su preparación y los matices y profundo sabor del té matcha no se pueden apreciar mirando el reloj de reojo. En cualquier caso, el reposado verdor del Sankeien es capaz de borrar cualquier urgencia. Hasta el visitante más atribulado encontrará aquí el reposo y la calma que le hará disfrutar la visita sin ninguna prisa.
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