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Hablar de Halloween en Tokio, es hablar de dos historias paralelas que sólo comparten nombre. En otro artículo hemos explicado su origen oficial como estrategia de ventas creada en Harajuku, pero lo cierto es que esto no es más que la mitad del relato. La cara más presentable del Halloween de Tokio es la mostrada bajo la tutela comercial que la engendró y que con el mismo fin, ha ido cultivando una marca apta para toda la familia sin peligro de llevarse un susto. Es la cara que vemos en lugares como el desfile anual de Omotesando o en Disneyland, donde los elaborados disfraces, las sonrisas estudiadas y el entretenimiento comercial son artes que llevan refinando desde hace más de dos décadas.

La celebración de Halloween en Shibuya: un clásico instantáneo

Para ser una celebración relativamente reciente, Halloween se ha convertido en uno de los eventos más famosos en Tokio. Muy posiblemente, el que más gente congrega en la vía pública fuera de cualquier apoyo institucional. Pero más allá de ser una fiesta multitudinaria, Halloween también es un fenómeno social que ha entrado como elefante en cacharrería para quedarse en la sociedad japonesa.

Hay otra historia sobre un festival crudo, espontáneo y salvaje, no apto para menores. Planificación nula, refinamiento inexistente y sustos por docenas. Es ese forastero al que no le importa lo que pienses de él y que procede a lanzarte verdades como puños sin darte tiempo a recurrir a la anestesia. Halloween pone a toda la sociedad frente al espejo. La obliga a mirarse a sí misma y reflexionar sobre qué es y qué quiere ser. Los japoneses están muy orgullosos de su civismo.

Una de las observaciones habituales de los visitantes es la limpieza de los espacios públicos japoneses. Los esfuerzos por no dejar basura en grandes eventos en el extranjero generan titulares que dan la vuelta al mundo. Pero el caos anual de Shibuya da poco margen de maniobra para las excusas: las imágenes y videos que han circulado como la pólvora en redes sociales dejan claro que los desórdenes más sonados llevan etiqueta made in Japan. La víspera del día de todos los santos parece haber dado patente de corso a los tokiotas que salen de fiesta. ¿Qué ha pasado aquí?

La semilla del mal

La evolución del Halloween en Tokio como fiesta callejera y alocada tiene su germen en los años 90. En aquel entonces, entre determinados círculos de extranjeros se empezaron a popularizar las llamadas “Yamanote Train Party”: fiestas de disfraces y mucho alcohol de por medio dentro de los vagones de la línea Yamanote (山手線, la línea circular de trenes que cubre la zona más céntrica de Tokio) sin demasiada consideración por sus pasajeros. El espíritu gamberro de estas fiestas también era atractivo para muchos jóvenes japoneses, que se sumaban a la fiesta siguiendo la estela gaijin (contracción de uso común de gaikokujin 外国人, literalmente “persona extranjera”) en Internet.

La controversia generada entre la población por esta transgresión anual en el espacio público, terminó derivando en que oportunistas de los partidos de extrema derecha aprovecharan el evento para ir a las estaciones de tren a manifestar su xenofobia en 2009. Ellos y sus pancartas en un inglés dudoso venían a decir que Japón no era así. De propina también pedían que todos los blancos se fueran a casa, entre otros piropos. La policía se implicó, con descriptible resultado: propios y extraños festejando con alcohol a lo loco dentro de un tren no es lo que la sociedad japonesa quiere ver de sí misma. Manifestaciones incontroladas de gente violenta coreando lemas fachas, muy probablemente, tampoco.

A partir de entonces, las celebraciones ferroviarias empezaron a caer cada vez más en lo anecdótico. Pero eso sólo sirvió para que acabaran instalándose de manera definitiva en la calle.

Si no hay fotos, es que no ha pasado

Este relato sólo se entiende dentro del contexto del alza de Internet y de las redes sociales. Parte de la gracia del evento consistía en grabarlo, fotografiarlo y colgar el trofeo en las paredes virtuales de las páginas más populares del momento. Imágenes de impacto como antídoto contra el civismo encorsetado, que se soltaba durante la noche de brujas para difuminarse entre alcohol y muchedumbre. Y a diferencia de Navidad y San Valentin, las otras celebraciones importadas del extranjero, la virtud y el romance en pareja no son condición sine qua non.

Salir en grupo o en solitario son opciones igualmente válidas cuando cualquier extraño puede convertirse en tu cómplice de travesuras callejeras. El marketing corporativo también empezó a aportar su grano de arena, publicitando actividades de Halloween en bares o clubes como ocasiones propicias para lo impropio y lo arriesgado. Tokio, una de las ciudades más seguras del mundo… quién te ha visto y quién te ve.

Celebrar Halloween en Shibuya: si te he visto, no me acuerdo

El problema con las conexiones espontáneas y efímeras, es que a veces las consecuencias acaban siendo el asunto de nadie. La falta de responsabilidad individual de la masa no tardó en traducirse en serios problemas de basura (enlace a artículo en japonés con fotos del estado en que habían quedado las calles). Los amargos reclamos en medios de comunicación y redes sociales sobre la falta de educación ciudadana tampoco se hicieron esperar.

La respuesta cívica hizo acto de presencia en grupos de voluntarios haciendo campañas en redes sociales anunciando la limpieza de los espacios afectados. Actos aparentemente desinteresados en beneficio de la comunidad que tampoco se salvaron de la controversia. El civismo performativo fue percibido por algunos como virtuosismo fariseo y ganas de autobombo, desatando las llamas en redes sociales entre distintas facciones del exhibicionismo. ¿Hasta qué punto es mejor persona quien hace lo correcto con ánimo publicitario?

El Halloween en Tokio es una noche para recordar

En cualquier caso, el debate socio-filosófico es irrelevante para las autoridades preocupadas con el orden público. La edición de 2018 fue lo suficientemente corrosiva (link en japonés con fotos y videos de algunos incidentes violentos que se produjeron en Shibuya) como para decidir que la única opción posible sería prohibir la consumición de alcohol en la calle durante las fiestas en 2019. Un hito remarcable para una sociedad altamente permisiva con el alcohol y la borrachera.

Viaja a Tokio por Halloween: principales eventos

Esto no significa que no haya formas de disfrutar de Halloween en Tokio manteniendo intacta la memoria al día siguiente. Para quienes no sienten excesivo entusiasmo por el desorden público, Tokio ofrece multitud de opciones para todos los gustos.

Los más aficionados al manga/anime tienen su lugar en el festival de Ikebukuro, uno de los barrios otaku por antonomasia. Por otro lado, si de parques temáticos se trata, el expediente está ampliamente cubierto con los festivales de Halloween celebrados en Sanrio Puroland o en Disneyland Tokyo.

Los más generalistas se sentirán en casa con los eventos celebrados en el moderno complejo de Roppongi Hills o en la vecina ciudad de Kawasaki. Quienes prefieran una orientación más familiar, pueden asistir a los eventos de Harajuku, Ueno o Futago Tamagawa Rise. En todos estos casos, siempre es recomendable consultar en Internet la información más actualizada ya que las fechas de cada acontecimiento no siempre son las mismas cada año.

Mucho se especula sobre qué sucederá con el Halloween de Tokio en el futuro, pero es difícil cerrar la caja de Pandora. La paradoja definitiva es que, sin saberlo, con su jolgorio y desorden callejero enmascarado, los japoneses transformaron el Halloween tradicional en algo cuyo espíritu es más cercano al Carnaval tal como lo entendemos en Europa del Sur y Latinoamérica: una ocasión para subvertir temporalmente todas las normas establecidas en la sociedad bajo el amparo del enmascarado anonimato.

AVISO: Es posible que durante el año 2020 no se lleven a cabo ninguno de estos eventos debido al COVID-19.

Toshiko Sakurai

Toshiko Sakurai

Disparo (¡con mi cámara!), luego existo. Pinto con luz y junto letras como buenamente puedo. Llegué a Tokio desde Barcelona en otoño de 2017 y desde entonces me dedico a capturar rincones de la ciudad a bordo de mi bicicleta. Cuando no llevo la cámara encima, acostumbro desafiar la ortodoxia culinaria mezclando estilos de todos los lugares donde he vivido.