Tras viajar mucho, confieso que necesito más que antes para estar impresionado. Para que un sitio me sorprenda al cien por cien, tiene que haber una combinación de distintos elementos que, uno junto al otro, haga de una experiencia un recuerdo memorable. Y sin ningún lugar a dudas, el Onsen Kurokawa es uno de ellos. Aquí está mi experiencia de uno de los mejores pueblos que he visitado en mi vida.
Destacado servicio en el Yumerindo Hanadomari
Después de un viaje entre montañas con el autobús, llegué hasta la estación del pueblo, donde miembros del personal de mi ryokan me estaban esperando. Un ryokan es un tipo de «bed and breakfast» tradicional al estilo japonés de la época Edo. El conductor del hotel me llevó hasta el pueblo y me dejó en mi habitación. A pesar de que no tuve tiempo para ver mucho, ya sentí una atmósfera especial.
Llegando a mi habitación, apareció mi primera impresión: como si de un viaje al pasado fuese, me encontré en el medio de una pequeña casa con un encanto incomparable. Toda de madera, descubrí que cada habitación tenía una puerta corredera. Cada detalle está pensado y no hay nada dejado al azar. Reinaba la simplicidad y minimalismo y me quedé totalmente impresionado por este sitio.
Un onsen privado
Pero esto no es todo,… Mientras me dejaba guiar por el sonido del río que parecía venir del final de mi casa, abrí una última puerta para encontrarme con un pequeño baño termal caliente (onsen) al final de mi hogar. El contraste entre el frío helado y el calor del agua producía niebla en la habitación. Solo había una cosa por hacer: ¡probarlo!
Caminé por todas las habitaciones, de arriba a abajo. Observé todos los detalles, y simplemente, aprecié el momento. Cuando se desvaneció mi sobredosis de euforia, decidí probar el onsen antes de irme para explorar el pueblo. Un momento de relajación garantizado, me metí dentro del agua caliente moviéndome por el sonido del río que fluía detrás de la casa.
Después de una siesta de 20 minutos en la intimidad de mi baño termal personal, era hora de secarse, vestirse y descubrir el pueblo antes de cenar. Pensé que ya no vendrían más sorpresas, pero no: Kurokawa es, sin lugar a dudas, un sitio especial y único. A pesar de que es pequeño, tiene multitud de restaurantes y tiendas, la mayoría de ellas a lo largo del río. Cuando estaba atardeciendo me di cuenta de que había unas bolas de luces colgadas encima del río, iluminando el pueblo con luz y calor.
A pesar de que hacía mucho frío, no me harté de andar entre las callejuelas del pueblo. La nieve daba un toque especial en la escena, convirtiendo Kurokawa en un sitio mágico. Continué mi paseo, perdiéndome para descubrir en cualquier momento, una nueva maravilla.
Los escenarios de la vida desfilaban delante de mis ojos, y dentro de mí emergía ese sentimiento de pura autenticidad. El olor a sulfato se sentía de vez en cuando y me recordaba a Islandia, conocido por sus baños terapéuticos. Mientras me preparaba para terminar el circuito al otro lado del río, era hora de volver al edificio principal, donde mi anfitrión me esperaba a las 18:00 para cenar.
Prueba la cocina Kaiseki
Como casi cualquier sitio en Kurokawa, el lobby del edifico principal también me inspiraba relajación y paz. Había música tranquila en el ambiente mientras me ponía mis zapatillas para entrar, como es de costumbre en Japón. Unos minutos más tarde, me guiaron hasta mi mesa, donde había escrito mi nombre en un cartel pequeño. Tan elegante como una habitación de ryokan privada, la devoción por el zen dominaba el entorno otra vez.
La cena era una explosión de sabores distintos y nuevos que venían uno detrás de otro durante una hora. La cocina Kaiseki, típica de las cenas de ryokan, consiste en un servicio de múltiples y pequeños platos hechos con ingredientes locales y de temporada. Desde platos de sashimi hasta de pollo, pasando por sopa vegetal y cortes de carne de ternera de Kobe, esa cena fue una memorable ocasión y una experiencia difícil de superar. No hace falta decir que el servicio estaba al nivel de la comida, honorando la reputación del servicio japonés.
Me fui del restaurante con una sensación arcoíris en mi paladar. Un último paseo por el pueblo y relajación en mi hospedaje. Me puse el yukata, un vestido típico japonés que se lleva en las ciudades onsen, y saboreé esa noche pacífica con un segundo baño termal.
Desayuno Japonés
Mi estancia en el pueblo de Kurokawa se terminaba, pero la última sorpresa aún me esperaba. Me llamaron a la puerta y era mi anfitrión trayéndome el desayuno, pero no hizo un solo viaje de la cocina a mi habitación… ¡fueron tres! En unos pocos minutos, la mesa se llenó de platos pequeños, todos bonitos. El desayuno tradicional japonés consiste en una multitud de platos pequeños: tofu, sopa de miso, raíces vegetales sazonadas, fruta y, obviamente, el famoso natto – frijoles fermentados – comido como acompañamiento de arroz blanco. Una experiencia de sabores especial… ¿no os parece? 😉
Era ya hora de dejar la aldea de Kurokawa, con todo de preciosos recuerdos en mi cabeza. Esta experiencia , sin lugar a dudas, vale la pena añadirla durante nuestros viajes en Japón, especialmente en la región de Kumamoto. el Onsen Kurokawa es un lugar especial para experimentar con uno mismo.
Artículo original: Pierre Babin
Artículo traducido: Maria Peñascal
Patrocinado por Kumamoto Prefecture Tourism Federation