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Hay un paraje en Japón que he soñado visitar durante toda una década: la isla de Manabeshima (真鍋島), en la prefectura de Okayama (岡山県). Aunque sigue siendo poco conocida, a esta «isla de los gatos» no le faltan atractivos: está situada en el Mar Interior de Japón, famoso por su estilo de vida apacible y la belleza de sus paisajes, y cuenta con dos pintorescos pueblos de pescadores y una playa que es aún más bella gracias a su cuidadosa preservación.

La región de Setouchi (瀬戸内地方, Setouchi-Chihô) alberga centenares de islas, de las cuales las más famosas son las «islas artísticas», como Naoshima (直島) y Teshima (豊島). En cuanto a Manabeshima, debe parte de su notoriedad al libro de viajes ilustrado Manabé Shima de Florent Chavouet (publicado por Picquier en 2010 y traducido al castellano por Penguin Random House en 2014). El autor pasó allí el verano de 2009, y su relato de la vida local ha inspirado a más de un viajero el deseo de descubrir la isla de Manabe.

Tras las huellas de Manabé Shima por Florent Chavouet

Estábamos a principios de julio de 2020. Desde la cubierta de la pequeña embarcación que transporta a los viajeros entre las islas de Kasaoka (笠岡諸島, Kasaoka Shotô), supe inmediatamente que estábamos llegando a Manabeshima: había reconocido el koban (puesto de policía) dibujado por Florent Chavouet.

Portada de Manabé Shima por Florent Chavouet
Manabé Shima de Florent Chavouet

No es inusual visitar un lugar que ya nos resulte familiar por haber visto fotografías del mismo. Pero era la primera vez que descubría un sitio que sólo conocía a través de dibujos, y debo decir que la experiencia es gratificante. Vas reconociendo los lugares que visitas, y la experiencia adquiere un aspecto lúdico: uno se sorprende de que tal edificio le resulte tan familiar, cree reconocer ciertos personajes en los rasgos de los habitantes que encuentra, y se divierte al descubrir aquí un detalle, allí un insecto, esbozado en el libro.

Hay que decir que, bajo el tono informal del libro, Manabé Shima está lleno de información sobre la isla, ya sea su historia, sus notables edificios, su vida cotidiana y cultural, su fauna, su flora… Visitarla después de haber leído el libro, es como visitarla con Florent Chavouet haciendo de guía.

Los gatos de Manabeshima

En Japón, una docena de islas son conocidas como «islas de los gatos», como Ainoshima en Fukuoka o Fukashima en Oita. Manabeshima es una de ellas: los gatos están a gusto en esta isla, donde los vehículos son escasos y la pesca les ofrece un alimento de primera clase.

gatos de manabeshima comiendo
La hora del desayuno para los gatos de Manabeshima

Acostumbrada a los tímidos gatos de Kioto (京都), me encantó la acogida de uno de los primeros gatos que vi: nada más llamarlo se abalanzó sobre mí reclamando que lo acariciara.

Un gato pidiendo un abrazo en Manabeshima
La hospitalidad de los gatos de Manabeshima ⎥ Foto: Tomoko Matsuo

Luego pudimos conocer a muchos otros gatos, principalmente en el puerto, pero también en todos los rincones por los que pudimos deambular. No todos eran tan cariñosos: algunos iban a lo suyo sin prestar atención a los humanos, otros eran tan curiosos como temerosos, nos seguían por los callejones pero huían en cuanto nos acercábamos demasiado.

Por supuesto, no se trata de gatos domésticos: algunos de ellos son temerosos, poco limpios o incluso gravemente dañados por su vida como gatos de la calle. Hay que acercarse a ellos con suavidad, dejar que te huelan la mano antes de tocarlos y, sobre todo, no acariciarlos a la fuerza ni intentar cargarlos.

Para los amantes de las islas, del Mar Interior de Seto y de los animales, también les aconsejo que visiten otra isla mucho más famosa que también tuve la oportunidad de visitar: Okunoshima, la isla de los conejos en Hiroshima.

¿Qué hay para ver y hacer en Manabeshima?

Manabeshima no es sólo una isla de gatos, y hay suficientes cosas que descubrir en sus 1,48 km2 como para que un día no sea suficiente.

Paseo fotográfico por las dos aldeas pesqueras

Aunque la isla de Manabe sea minúscula, en ella se encuentran dos aldeas: Hon-ura (本浦) e Iwatsubo (岩坪). Se trata de dos pueblos pesqueros que, como suele ocurrir en Japón, se caracterizan por sus estrechas y sinuosas callejuelas y sus antiguos edificios: un paisaje urbano que no puede ser más pintoresco.

Lo que hace que los callejones de Manabeshima sean tan fotogénicos es también la presencia de numerosos edificios abandonados. La isla contaba con más de 1.000 habitantes durante la década de 1970, en comparación con los 200 de hoy en día. Si bien esto es una delicia para los fotógrafos aficionados al haikyo (廃墟, ruinas abandonadas), es también una tragedia para esta isla, así como para muchas otras aldeas rurales del archipiélago.

Hon-ura: el corazón de la isla

Hon-ura es la más grande de las aldeas de Manabeshima. Es donde se encuentra el puerto principal, así como la escuela primaria, la secundaria, la mayoría de los comercios y servicios públicos.

Puerto de Honmura en Manabeshima
Vista del puerto y de la aldea de Hon-ura desde la carretera que lleva a Iwatsubo.

Es en el puerto donde se tiene la mejor oportunidad de observar a los habitantes, felinos y humanos, en sus quehaceres. Los ritmos vitales de la isla van al son de los horarios del barco lanzadera: el primero a las 8:09, el último a las 17:28, 8 viajes de ida y vuelta al día. La calle frente al embarcadero parece una plaza pública y es, sin duda, el lugar más animado de la isla.

Adentrándose en los callejones hacia el interior de la isla, uno pronto se encuentra inmerso en un laberinto de estrechas y sinuosas callejuelas bordeadas de casas -en su mayoría abandonadas- y huertos. Aquí, cada habitante parece cultivar su propio jardín. Es fácil entender por qué cuando se sabe que sólo hay pequeñas tiendas en la isla, y que hay que tomar el barco para ir a una tienda grande. Pero los habitantes tienen lo mejor: fértiles huertos y un mar lleno de peces.

Aunque es divertido pasear al azar, sería una pena perderse la Secundaria Manabeshima (笠岡市立真鍋中学校, Kasaoka Shiritsu Manabe Chugakko). El edificio de madera, construido en 1947, es bastante representativo de la arquitectura escolar japonesa de la época, con un gran pasillo repleto de ventanas a un lado y aulas al otro (los edificios modernos han mantenido una disposición similar, por cierto). El ambiente es completamente nostálgico, y me encontré envidiando a los niños que continúan su escolarización allí, con vistas al mar y pequeños cangrejos – omnipresentes alrededor del edificio, como en toda la isla – para observar durante el recreo.

El otro edificio notable de Hon-ura es el templo budista Enpukuji (円福寺), fundado por el monje Kobo Daishi en el año 795. Está situado con vistas al pueblo pesquero, ofreciendo una vista impresionante de sus tejados. Sus dimensiones son modestas, pero tras recorrer las estrechas calles del pueblo, su recinto parece invitar al visitante a tomar una profunda bocanada de aire.

Iwatsubo: el puerto con calles empinadas

Situado a sólo diez minutos a pie de Hon-ura, por la única carretera de la isla, Iwatsubo debe su particular encanto al hecho de estar construido en una ladera. Sus callejones no sólo son estrechos, sino también empinados, lo que los hace aún más fotogénicos.

Puerto de Iwatsubo en la isla de Manabeshima
Vista del puerto de Iwatsubo en la isla de Manabe

Algunas laderas son tan empinadas que, bajo el calor del verano, su ascenso no era fácil, y mi paso no era muy seguro en los descensos. A pesar de las numerosas barandillas instaladas, me pregunté cómo se las arreglaban los ancianos habitantes para desplazarse sin demasiada dificultad. Hay dos respuestas a esto.

En primer lugar, el hábito, para aquellos que se mantienen en una forma increíble gracias a este ejercicio diario. Pero el segundo se me apareció en el fondo de un callejón, antes de venir hacia mí a una velocidad impresionante -aunque bastante relativa, estoy de acuerdo-: una especie de carro para un único pasajero, lo suficientemente estrecho para colarse en los callejones, pero sorprendentemente potente en las subidas teniendo en cuenta su tamaño. La anciana que lo conducía podía, efectivamente, llegar a casa sin problemas. No tengo estadísticas oficiales, pero es probablemente el vehículo más común en Manabeshima, y un invento imprescindible para la autonomía de los abuelos isleños.

Callejones de un pueblo japonés en la isla de Manabeshima
Callejón en el pueblo de Iwatsubo en Manabeshima

Si Hon-ura tiene su templo budista, Iwatsubo tiene su santuario sintoísta: Hachiman-jinja (八幡神社). También está situada en lo alto, pero su vista dista mucho de ser despejada: en cambio, parece estar envuelta por un bosque. Se puede acceder a él a través de dos entradas, situadas a pocos metros de distancia a lo largo de la carretera principal, y cada una de ellas consiste en una larga avenida de escalones marcados por puertas torii y faroles de piedra.

Subir estos peldaños irregulares en los que la vegetación parece imponerse y en los que uno espera que aparezcan serpientes o insectos gigantes en cualquier momento se convierte rápidamente en una aventura. Volví a la infancia y no tardé en imaginarme como una exploradora que descubría un santuario secreto en lo profundo de un bosque hostil. Al final, sólo se tarda unos minutos en llegar a los edificios y el pueblo está cerca, pero no se puede negar que este santuario está envuelto en un aura poderosa. Finalmente me incorporé desorientada a la carretera, como si volviera de un mundo paralelo.

Los acontecimientos tradicionales que definen el ritmo de la vida de Manabeshima

La vida local en la isla de Manabe está salpicada de diversos eventos tradicionales y religiosos. Los principales son el Hashiri Mikoshi matsuri (走り神輿) en mayo, y las representaciones de Kagura (神楽) en julio.

Hashiri Mikoshi Matsuri

El evento más esperado del año en Manabeshima se celebra durante la «Golden Week«, a principios de mayo, en el Santuario de Hachiman. El Hashiri Mikoshi Masturi (走り神輿) es un festival sintoísta en el que tres santuarios portátiles se desplazan por la isla a la carrera.

El festival también incluye danzas de leones y combates rituales. Uno de los mikoshi (神輿, santuario portátil) se lleva también en un barco de pesca decorado para la ocasión.

El Kojin Kagura: un teatro de danza ritual

Otro acontecimiento estrechamente relacionado con el culto sintoísta tiene lugar todos los años en julio en Manabeshima: una compañía viene a dar representaciones de Kagura, el teatro de danza ritual, cuyos orígenes se remontan a tiempos míticos.

Las fechas pueden verse en esta página (sólo en japonés).

Disfrutar de las actividades de verano

Nuestra estancia fue demasiado corta y nuestro deseo de explorar la isla nos hizo optar por pasar nuestro tiempo en los pueblos en lugar de en la playa. Pero en la costa opuesta a los puertos, la playa se presta a las actividades estivales y algunas personas se divierten desplazándose de isla en isla en motos acuáticas.

Si quieres disfrutar de Manabeshima desde el lado de la playa, lo mejor es reservar una habitación en Santora, a la que se puede acceder en moto acuática o en taxi acuático, pero también por un camino que atraviesa la isla.

Guía práctica de Manabeshima

No es necesario saber exactamente a dónde ir en Manabeshima antes de aterrizar. En mi opinión, el placer de visitar una isla así es explorarla al azar y dejarse sorprender.

Sin embargo, te recomiendo que estudies las opciones de alojamiento y comidas antes de embarcarse hacia la isla de Manabe. Dado el número de habitantes y la distancia con el continente, no esperes encontrar tiendas de souvenirs, una gran oferta de restaurantes, y menos aún una tienda de conveniencia abierta las 24 horas del día. Sin embargo, sí encontrarás máquinas expendedoras, ¡que todavía estamos en Japón!

¿Dónde alojarse en la isla de Manabe?

No tendrás muchas opciones de alojamiento: hay cuatro y se aconseja encarecidamente reservar con antelación.

Santora: un ryokan en la playa

El Santora (島宿三虎) – que los lectores de Manabé Shima reconocerán porque es donde se alojó Florent Chavouet durante su estancia- es el único hotel de la isla. Este ryokan, situado literalmente en la playa, ofrece habitaciones japonesas con futones o camas.

Santora Ryokan Manabeshima
Santora ryokan

Precio: entre 11.000 y 21.000 yenes por persona para una noche, incluyendo la cena y el desayuno.
Más información en la página web oficial (disponible en inglés)

Zenta suite : una casa independiente en el puerto

Nos alojamos en Zenta Suite, una casa independiente situada en el lado del puerto. Toda la casa está reservada para los huéspedes y se puede disfrutar de la vista del mar con total privacidad. No tendrás acceso a la cocina, pero los anfitriones te proponen una fórmula con cena y desayuno.

Precio: 4500-5300 yenes por persona para una noche. La cena y el desayuno tienen un coste adicional de 3000 yenes y 1000 yenes por persona.
Más información en el sitio web oficial. (en japonés)

Inn the Camp: una posada con aire de camping

Los propietarios de Zenta Suite, Tamiko y Shinichiro, también dirigen el albergue Inn the Camp, en el corazón de Hon-ura: un dormitorio con aires de camping, la mejor opción si tu presupuesto es limitado o si no has abandonado tu pasión infantil por las cabañas.

Alojamiento Inn the Camp en Manabeshima
El dormitorio en Inn the Camp

Precio: 3500 yenes por persona por una noche. Cena extra por 3000 yenes por persona.
Más información en el sitio web oficial (en japonés)

Ryoka: una posada y restaurante en Hon-ura

Una última opción es reservar una habitación en Ryoka (漁火), un albergue sin pretensiones situado en Hon-ura. Esta puede ser una opción interesante si se viaja en grupo o en familia, sobre todo porque se puede cocinar allí.

Precio: 12.000 yenes para dos personas por una noche, 5.000 yenes por persona adicional. La cena está disponible por 5.000 yenes por persona; si se cena en el restaurante, la tarifa nocturna se reduce a 10.000 yenes para dos personas por una noche, 4.000 yenes por persona adicional. Las reservas sólo pueden hacerse por teléfono en el 0865-68-3519.

¿Dónde comer en Manabeshima?

La forma más fácil de pasar la noche en Manabeshima es reservar alojamiento con cena y desayuno. Esto le dará la oportunidad de probar alimentos locales frescos (es decir, pescado, marisco y otros productos del mar) y te evitará tener que preocuparse por este asunto.

Pescados y mariscos en Manabe: Funade y Ryoka

Funade (船出) sirve principalmente platos cocinados con la pesca del día, así como udon y ramen. A veces puede abrir por la noche, pero hay que reservar con antelación y debe haber suficiente clientela para garantizar la apertura.

Precios: cuente entre 1500 y 3000 yenes por una comida de pescado.
Los días de apertura varían, se recomienda reservar en el 0865-68-3900.

Ryoka (漁火), es otro restaurante de pescado y marisco, que también funciona como posada. Está abierto sólo con reserva, con un menú a partir de 5.000 yenes.

Reservas por teléfono en el 0865-68-3519.

Motoe Café: curry y tarta de queso en un entorno moderno

Para comer, tendrás un poco más de opciones, incluyendo el Motoe Café (モトエカフェ) que sirve un menú único: curry y tarta de queso. Se encuentra en el mismo edificio que Inn the Camp, y por una buena razón: Tamiko y Shinichiro son los que están en los fogones, decididos a revitalizar la isla. La decoración es moderna y agradable, y si no probé el curry, te aconsejo que no te pierdas su tarta de queso casera que es, con diferencia, la mejor que he probado.

Precios: menú de mediodía, 1080 yenes / tarta de queso y bebida caliente, 580 yenes / café, 380 yenes.
Más información en el sitio web oficial (en japonés)

Otra cafetería, オータニ (Otani) se encuentra en el pueblo de Iwatsubo, pero su horario de apertura varía y estaba cerrado durante nuestra estancia.

Opciones de comida limitadas, especialmente para los vegetarianos

Lo mejor es que lleves un tentempié en la mochila, para asegurarte de que no te quedas sin opciones para comer. Dada la limitada oferta y que el marisco es el alimento básico de la dieta local, aconsejo encarecidamente a los vegetarianos y veganos lleven su propio almuerzo.

Encuentro improvisado con un isleño

Por nuestra parte, sólo habíamos reservado una noche con desayuno y pensábamos que podríamos cenar en el restaurante. Era un sábado por la noche, en julio… pero el restaurante Funade no funcionaba por la noche ese día, no para dos personas. Fuimos en busca de una tienda de comestibles y logramos encontrar una en la que nos resignamos a comprar ramen instantáneo.

Fue este pequeño percance el que dio lugar a nuestro momento más bonito en la isla. El tendero, comprendiendo rápidamente la situación y con ganas de conocer gente nueva, se ofrece a «cocinar algo» para nosotras. Tan sorprendidas como encantadas, aceptamos su oferta y nos invitó a la cocina contigua a su tienda. Allí, mientras se escabulle regularmente para atender a los clientes de la tienda, comienza a cocinar un impresionante número de pescados y mariscos locales: sashimi de pulpo, cangrejo, pescadito frito, pescado cocido a fuego lento… ¡un auténtico festín procedente íntegramente de las aguas que rodean Manabeshima!

Encuentro inesperado en Manabeshima
Con Mineguchi-san, nuestro improvisado anfitrión. ⎥ Foto: Tomoko Matsuo
Comida preparada con esmero por nuestro anfitrión en Manabeshima
Mineguchi-san nos invitó a pescado local.

Disfrutamos de nuestra comida mientras charlamos de cosas, incluyendo, por supuesto, la vida y la historia de la isla. Nuestro anfitrión, nativo de Manabeshima, vivió allí cuando la isla aún tenía más de 1000 habitantes y su economía se basaba en el cultivo de crisantemos. La isla de Manabe estaba entonces cubierta de campos de flores, iluminados por la noche. Desde entonces, se ha transformado: los campos han desaparecido para dar paso a una naturaleza exuberante que parece querer reclamar sus derechos en una isla que poco a poco se va vaciando de sus habitantes, que se han marchado para encontrar trabajo en otros lugares.

Un cangrejo en la isla de Manabeshima
Manabeshima, más que una isla de gatos, es una isla de cangrejos.

A pesar de la llegada de algunas personas en busca de una nueva vida en la isla, ahora sólo hay unos 200 habitantes, las huertas son sólo jardines privados e incluso los pescadores luchan por ganarse la vida. Los gatos y las casas abandonadas hacen las delicias de paseantes y fotógrafos. Pero para los residentes de toda la vida, el declive demográfico y económico de la isla es descorazonador.

¿Cómo llegar a Manabeshima?

Merece la pena incluir una visita a Manabeshima en un itinerario por la zona de Setouchi. Puede visitar las otras islas de Kasaoka, descubrir Kurashiki (倉敷), Okayama (岡山), Tomonoura (鞆の浦), Onomichi (尾道), sin olvidar por supuesto Hiroshima (広島) y Miyajima (宮島).

Si no tienes tiempo para explorar la zona, es posible hacer un viaje de una noche hasta allí, o incluso una excursión de un día desde Osaka o Kioto.

Últimos momentos de nuestro viaje a Manabeshima
La despedida de Tamiko y Shinichiro en la salida del barco.

Desde el puerto de Kasaoka (笠岡港), 8 barcos lanzadera realizan el viaje diario de ida y vuelta a la isla de Manabe, pasando por otras tres islas: Takashima (高島), Shiraishijima (白石島) y Kitagishima (北木島). El servicio de transporte regular tarda 1 hora y 15 minutos y el servicio de transporte exprés, 45 minutos y 1790 yenes. En esta página encontrarás información detallada, horarios y tarifas.

Se puede acceder a la ciudad de Kasaoka en tren a través de Japan Rail (JR). Se tarda unos 40 minutos desde la estación de Okayama Shinkansen. En tren de alta velocidad Shinkansen, se puede llegar a Okayama en 3,5 horas desde Tokio (東京駅) y en 50 minutos desde la estación de Shin-Osaka (新大阪駅).

Más información en el sitio web de la oficina de turismo de Kasaoka(en inglés)

Venir a Manabeshima, almorzar o tomar un café, y sobre todo quedarse una noche o más, es realmente la mejor manera de apoyar la economía local. El turismo no siempre está exento de consecuencias negativas, pero a pesar de su fama de isla gatuna, Manabeshima está lejos de sufrir el turismo de masas y los visitantes son muy bien recibidos.

Traducido por Toshiko Sakurai

Clémentine Cintré

Clémentine Cintré

En septembre 2017, je quittai la France et mon travail dans un centre de danse contemporaine pour m'installer au Japon. Quelques jours plus tard, je séjournais dans une ferme à Oita pour écrire mon premier article pour Voyapon — dont j'allais devenir rédactrice en chef deux ans plus tard. Si vous visitez Kyoto en août, il est probable que vous me croisiez lors des fêtes de Bon Odori. Deux autres de mes passions sont les îles et les chats, et ça tombe bien : le Japon a de quoi me combler dans ces deux domaines. 

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