Cuando mi amigo Etsu me comentó su plan para subir una de las tantas montañas (Ikoma) que rodean a la prefectura de Osaka, no dudé en participar. ¡Y esa sí que fue una gran decisión!
Monte Ikoma: a medio camino entre Nara y Osaka
El punto de partida fue el sur de la localidad de Ikoma, ubicada entre los límites de Osaka y Nara. A los pocos minutos de subir ya podíamos comenzar a respirar el aire fresco y olvidarnos del hormigón ante las plantaciones de arroz, y el verde pastizal. Las numerosas aves que habitan esta zona también contribuyeron para que el sentido sensorial no quede afuera del agasajo.
Durante todo el trayecto sentí que, a medida que iba avanzando hacia la cima -y contra las leyes del cansancio -, mi mochila se hacía cada vez más liviana. Desde la cima de la montaña, hasta el Abeno Harukas (el edificio más alto de Japón) se ve diminuto. Tan pequeño como los problemas que nos asedian cada día, que de cerca parecen ser enormes.
No llegamos a la hora de caminata y ya habíamos llegado a nuestro (inesperado) destino como comensales. Etsu no paraba de decir que íbamos a hacer la ruta de «Sri Lanka», y honestamente me sorprendía que haya tal referencia al país asiático en una pequeña montaña de la región de Kansai en Japón. Aparentemente no solamente a mí, sino a cada miembro del grupo le pasaba lo mismo por la mente, pero en especial a Tania, una chica originaria, justamente, de Sri Lanka.
Entre muchas de las tantas otras cosas que constantemente mencionaba Etsu, que es de buen hablar, era que en esa ruta había un restaurante famoso al que mucha gente acudía desde localidades más remotas exclusivamente para deleitarse con sus exquisitos platos.
Mercado de verduras en plena montaña
«Lucky Garden», señalaba un cartel en una de las bifurcaciones del camino. El día estaba completamente despejado, y después de unos cuantos días de lluvia nos sentíamos con suerte y por eso decidimos ir a ver de qué se trataba. Lo primero que encontramos fue una estantería con vegetales orgánicos de una granja cercana. El sistema era de «autoservicio«; es decir, agarrar el producto que se desea y poner una moneda en una cajita. Una práctica que lamentablemente no podría subsistir en la mayoría de las ciudades del mundo.
Restaurante ceilanés en la cima del monte
Caminamos unos metros más para acabar con el misterio y encontramos el Lucky Garden, que terminó siendo el famoso restaurante del que tanto hablaba Etsu, y además un especialista en comida de Sri Lanka. De ahí la confusión de nuestro amigo por llamar a esta ruta con ese mismo nombre. Al comprender esto, todos expulsamos una carcajada. En seguida no dudé en decirle a Tania, la chica oriunda de ese mismo país: «¡Consíguenos un descuento!» Todo el grupo rió y festejó el chiste, pero yo no estaba bromeando.
Al acceder al recinto y ver que los precios de los platos eran tan altos como su ubicación en la montaña, volví a dirigirme a la muchacha, y con un tono un poco más pausado le repetí una vez más la consigna. Esta vez nadie rió, todos asintieron con la cabeza. Apenas le dijimos al camarero que había una chica de la ex-Ceilán, el chef, con su asistente, se acercó y comenzaron a hablar en su idioma nativo (singalés). Y para hacer la historia breve, comimos unos platos deliciosos, con una vista privilegiada, por unos pocos yenes.
Observatorio con vistas a la ciudad
Tras un largo trecho, finalmente llegamos a Boku no hiroba, el nombre que se le da a uno de los observatorios de la cima de la montaña. La vista panorámica es tan difícil de describir que al llegar todos exclamamos al unísono «¡Guuauu!» Toda la ciudad de Nara, Osaka, y hasta el puente de Akashi, casi hasta la isla de Shodoshima, se pueden ver en un día despejado y afortunado como el de hoy. Nos quedamos un buen rato ahí, observando, y meditando.
El sol estaba cayendo, y la luz se hacía cada vez más rojiza, el aura de la estrella que nos iluminaba se expandía por toda la superficie. Un panorama inolvidable.
Ya cuando el reflejo de la luz casi moría, decidimos descender rápidamente para llegar a la base antes de que oscureciera. Las luces de la ciudad comenzaron a acercarse, y eso marcó el final de nuestra travesía.
Subimos al tren para emprender la vuelta a casa, y los rostros de la muchedumbre nos indicaron algo más: habíamos regresado a la realidad. Aunque, a decir verdad, desde lo más alto de la montaña esta se ve mejor.
Página del restaurante Lucky Garden (en japonés): http://www.luckygarden.jp/index.html
Cómo llegar al monte Ikoma
Hay muchos accesos a la montaña. El que nosotros realizamos fue desde la estación Minami Ikoma de la línea Kintetsu. Hasta la cima (Boku no hiroba) son unos 90 minutos… siempre y cuando uno no se detenga a comer varias horas.
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