En el nuevo mundo del turismo propulsado por las redes sociales, estamos tentados a apresurarnos de un lugar Instagrameable a otro, dejando a nuestro paso la evidencia de que hemos estado físicamente en algún a pesar de que nuestras mentes estuvieran a miles de kilómetros de distancia. No es de extrañar que cuando bajamos del subidón temporal de nuestros logros vacacionales, nos sintamos aún más agotados que antes.
Durante siglos, una diminuta isla de Nagasaki ha abierto sus brazos a los agotados viajeros: antiguamente a los que hacían el enrevesado viaje a través del mar entre Japón, China y Corea, y ahora a los viajeros modernos desilusionados por haber creado sus itinerarios vacacionales a partir de los posts de las redes sociales. Para aquellos necesitados de un destino que les proporcione curación y rejuvenecimiento, la isla de Ojika podría ser su respuesta.
- La alegría de hacer nuevos amigos en la isla de Ojika
- «Retornados»: por qué muchos residentes nacidos en Ojika regresan a la isla
- Años o décadas después, la llamada de Ojika sigue siendo irresistible
- Los habitantes de Ojika invierten en el futuro de la isla
- La isla de Ojika Island: dónde es y cómo llegar allí
La alegría de hacer nuevos amigos en la isla de Ojika
Podríamos atribuir el encanto de Ojika a su belleza natural o a la cultura tradicional que se conserva en la isla. Pero el atractivo duradero de un destino viene dado por la conexión humana, las interacciones con la gente local que generan sonrisas y, a veces, amistades duraderas. Yasuyo Udo, una mujer que lleva 50 años viviendo en Ojika, está de acuerdo. Llegó a la isla de Ojika a los 20 años y se enamoró, no solamente de la tierra, sino también de su gente. Regresó cuatro o cinco veces, una cada año, antes de casarse con un lugareño y establecerse.
Udo nos cuenta su historia en la cocina de nuestra kominka, una casa tradicional japonesa bellamente restaurada que fue nuestro hogar durante nuestra estancia en la isla. Vino a preparar una comida con nosotros (y no para nosotros). No vino como chef para trabajar en silencio y escabullirse de la casa sin hacer ruido; vino como residente local con ganas de compartir sobre su vida y aprender algo sobre la nuestra. Mientras cocinábamos juntos, codo con codo, nos habló de sus aventuras, de su viaje a la India en ferry en los años setenta (y de que casi acaba quedándose allí de por vida), de cómo crió a su familia en la isla de Ojika. Antes de irse, llenó nuestra mesa con un festín de delicias locales y ayudó con los platos. Y el día que subimos al barco para regresar a tierra firme, estaba en el puerto para despedirse, saludándonos con la mano mientras nos alejábamos de su isla.
«Retornados»: por qué muchos residentes nacidos en Ojika regresan a la isla
Durante nuestros tres días, disfrutando de la tranquilidad y la calma de la isla de Ojika, conocimos a muchos lugareños que regentaban restaurantes, cafés y tiendas. Si no estaban ocupados con los clientes, entablábamos conversación con ellos, y estaban encantados de compartir un poco sobre sus vidas con nosotros y darnos una idea del atractivo magnético de esta pequeña isla de Nagasaki.
La mayoría de los habitantes de Ojika se clasifican como «Retornados», esas personas nacidas en la isla que se van durante una temporada y vuelven a ella por diversas razones. Momoko Yokoyama, que dirige el taller de tipografía y diseño Ojikappan, es el ejemplo perfecto de los “Retornados” de Ojika.
Tras graduarse en el instituto, Yokoyama dejó la isla para estudiar diseño en una universidad de Tokio. Allí se aficionó al arte de la tipografía, un negocio en el que su familia había trabajado durante tres generaciones en Ojika. Cuando informó a su padre de que se convertiría en la cuarta generación, él se opuso rotundamente, diciéndole que no había futuro para la tipografía en la isla después de que él se jubilara. Pero Yokoyama no se dejó intimidar y regresó en contra de su voluntad, instalándose en el mismo edificio que su padre. Mientras él mantenía a los clientes de toda la vida de su taller de tipografía, Yokoyama conseguía nuevos clientes combinando sus conocimientos de diseño y tipografía. Hoy, ambos negocios coexisten, y su padre ha cedido en su oposición. Yokoyama también tiene una hija, quizá la futura quinta generación de artistas tipográficos de Ojika.
También colabora activamente en el futuro de Ojika a través de las artes. Al igual que su abuelo, participa en grupos comunitarios que fomentan el arte en la isla, organizan exposiciones e invitan a artistas de otras partes de Japón y del extranjero a exponer sus obras.
Años o décadas después, la llamada de Ojika sigue siendo irresistible
El Café Totona es un pequeño y encantador restaurante escondido en las calles del centro de Ojika. Su propietaria, Misuzu Tamura, es otra Retornada de Ojika, pero sus circunstancias fueron muy diferentes a las de Yokoyama.
Tamura también dejó Ojika tras el instituto y trabajó en la política nacional en Tokio, como asistente de un político nacional durante cuatro décadas. Hace unos seis años, él falleció al mismo tiempo que su madre. Ese mismo año, regresó a Ojika para una reunión escolar y se dio cuenta de que echaba de menos el estilo de vida de aquí. Decidió abrir un restaurante centrado en su amor por la cocina, y uno de sus familiares le ofreció el edificio donde actualmente se encuentra Totona. Ella misma se ocupó del diseño de interiores, y el restaurante se ha convertido en un lugar popular para disfrutar de un delicioso desayuno o un set de almuerzo al estilo japonés. Dice que nunca se arrepiente de su decisión de volver a su ciudad natal y disfruta de esta nueva etapa de la vida guiada por el destino.
Es fácil fijarse en la tienda Yokoyama en una de las calles principales de Ojika, con su enorme letrero «YOKOYAMA» que se extiende por todo el escaparate. La tienda vende principalmente artículos de papelería, pero también ofrece otros valiosos servicios a los residentes locales. Se ha ganado su lugar a pulso, ya que lleva más de 100 años en el negocio, y ahora está en manos de Eiji Yokoyama, que tomó el relevo de su madre.
Él era otro Retornado que no tenía intención de volver a la isla después de terminar el bachillerato, pero tras unos años fuera sin perspectivas concretas, volvió para ayudar a su hermana en el negocio. Su madre también llevaba sola la papelería, así que empezó a echarle una mano. Su deseo de quedarse en Ojika llegó finalmente cuando se unió a un grupo de teatro y encontró una verdadera comunidad aquí, en su ciudad natal. Desde entonces, se ha convertido en un miembro activo de la comunidad, conocido y respetado por sus servicios.
Los habitantes de Ojika invierten en el futuro de la isla
No se puede pasar por alto a Harutomo Egawa, con su melena rubia recogida en una apretada coleta, conduciendo su camioneta que proclama simultáneamente «Love Beer» y «Love Ojika» (Amo la cerveza y amo a Ojika). Egawa regenta una de las pequeñas tiendas de comestibles de Ojika, parte esencial de la vida cotidiana de los residentes locales. Egawa es otro U-Turnee de Ojika, pero se marchó de la isla solo dos años para estudiar un oficio. Recuerda que fue una época solitaria, y cuando por fin volvió a casa, la sensación fue, en sus palabras, “liberadora”.
Hace más de cinco años, Egawa se cansó de la interminable marea de basura vertida por los barcos pesqueros comerciales en aguas internacionales que llegaba a su playa favorita de Ojika. Un día se levantó al amanecer, condujo hasta la playa y recogió basura durante una hora antes de empezar a trabajar. Al día siguiente, volvió a hacerlo. Y otra vez. Durante cinco años, lloviera o hiciera sol, limpió la playa hasta que volvió a ser utilizable y atractiva. Se empeñaba tanto en limpiar la playa que su mujer empezó a llamarla su amante: «era mi playa favorita de niño», recuerda, «y quería que la gente pudiera volver a disfrutarla». Cerca de su tienda de comestibles, ha creado una escultura moderna y divertida, irónicamente hecha de basura recogida en la playa, que recuerda a los visitantes el daño que la humanidad puede causar a la naturaleza y cómo una persona puede trabajar para superar ese daño.
No es de extrañar que Egawa se haya convertido en una figura popular en Ojika. Cuando el año pasado se presentó como candidato a un cargo público, ganó un escaño en el consejo local. Ahora, está decidido a una nueva causa: hacer de Ojika un lugar donde haya igualdad y tolerancia para todos, un lugar donde la gente de todo Japón quiera venir a vivir, no solo los Retornados.
Hablamos con los locales en casi todos los puntos que visitamos en Ojika, y aprendimos más sobre sus vidas de lo que se puede compartir en un breve artículo como este. Con cada historia, nuestras vidas se entretejían en el tejido de Ojika, conectadas con las vidas de nuevos conocidos y amigos. Mucho después de que desaparezcan las redes sociales, estas personas y sus historias permanecerán en nuestros corazones y nos llevarán directamente de vuelta a la tranquila isla paradisíaca de Ojika.
«Viajar te cambia. Mientras te mueves por esta vida y este mundo, puedes cambiar las cosas aunque sea un poco, dejas marcas, aunque sean pequeñas. Y a cambio, la vida y los viajes dejan marcas en ti». – Anthony Bourdain
La isla de Ojika Island: dónde es y cómo llegar allí
Este ha sido mi diario de viaje sobre la isla de Ojika, donde pasé tres días maravillosos haciendo… prácticamente nada. Ojika es una isla de la prefectura de Nagasaki, de fácil acceso en lancha motora o ferry desde el puerto de Sasebo. También hay un ferry nocturno que sale del puerto de Hakata, en Fukuoka, y llega a Ojika sobre las 5 de la mañana.
A través de Oficina de Turismo de Ojika se pueden organizar reservas para la kominka Hoshu o cualquiera de los otros cinco alojamientos kominka de la isla, así como otras actividades diversas, como pesca o una comida con una familia local, una comida casera en su kominka, excursiones al atardecer o reservas para diversos restaurantes locales.
Traducido por Maria Peñascal Felis
Patrocinado por Ojika Town