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El Kumano Kodo es un conjunto de caminos milenarios que los peregrinos utilizan para viajar desde diversas partes de Japón hasta Kumano Sanzan, en la prefectura de Wakayama, tres de los santuarios más sagrados del país (Kumano Hayatama Taisha, Kumano Nachi Taisha y Kumano Hongu Taisha). Estas rutas y los lugares sagrados que conectan están inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2004.

La ruta de Iseji es un itinerario de 170 km que cruza la prefectura de Mie. En 2 semanas, podrás recorrer desde el gran santuario de Ise-jingu hasta los de Kumano Sanzan. Atraviesa profundos bosques y playas con rocas sagradas a lo largo del océano Pacífico, cuya belleza nos recuerda que en el sintoísmo los dioses residen en todos los elementos de la naturaleza.

Si no tienes tiempo suficiente para embarcarte en una aventura de dos semanas, no te preocupes. Te llevaré a los lugares más sorprendentes de Iseji, accesibles en un día.

El paso de Matsumoto-toge

Te sugiero que empieces tu día con un corto recorrido por el paso de Matsumoto-toge (松本峠道). Hay dos rutas posibles: cruzar el paso hasta la ciudad sureña de Kumanoshi, o bajar hacia el este hasta la costa de lava de Onigajo.

Desde la estación de Odomari se tarda unos diez minutos en llegar al sendero. En cuanto das tus primeros pasos, te sumerges en el bosque. Las raíces de los grandes cedros se entrelazan con las piedras que pavimentan el camino. Como cada vez más peregrinos acudían a recorrer los senderos que conducen a la cima, el camino fue pavimentado durante el periodo Edo. Más adelante, el paisaje cambia y la vegetación se vuelve más diversa.

Después de 40 minutos llegarás a un bosque de bambú donde hay un pequeño santuario. Es aquí donde se puede elegir continuar directamente hacia Kumano, o tomar el camino hacia las ruinas del Castillo de Onigajo. 

Aunque elijas la primera, te aconsejo visitar las ruinas aunque sea por unos minutos, ya que podrás disfrutar de una gran vista de la playa de Shichiri-mihama. A continuación, puedes volver atrás y continuar hacia Kumano. Se tarda unos 50 minutos en recorrer el bosque. Una vez fuera, se tarda otros 40 minutos en llegar a la estación de Kumanoshi, pasando por algunas tiendas de recuerdos y restaurantes en el camino.

Vistas de la playa Shichirimihama en Kumano
Vistas de la playa Shichiri-mihama, a 10 km al sur de Kumano.

Yo continué mi camino hacia las ruinas de Onigajo, a media hora de camino. Una vez en la cima, se puede disfrutar de varios miradores sobre la costa. Al este, se ve un jardín con cerezos que desciende hasta una cueva de lava que lleva el mismo nombre que el castillo. Tuve que atravesarlo para volver a bajar, pero era otoño las ramas de los cerezos ya estaban desnudas. Me imaginé lo hermosa que debía ser la vista a través de los árboles florecidos en primavera.

La cueva Onigajo

Las formaciones rocosas de esta costa son el resultado de coladas de lava que se formaron a lo largo de un kilómetro, hace 14 millones de años. Con el tiempo, al elevarse el suelo, aparecieron en la superficie con formas impresionantes. Se trata de una colección de obras de arte naturales, y si se observan, es fácil entender por qué la gente de antaño veía estos lugares como apariciones divinas. La cueva Onigajo (鬼ヶ城) es una de estas muchas obras de arte. Debe su nombre a una leyenda sobre un peligroso pirata que hizo de esta cueva su escondite. Con la ayuda de la propia diosa Kannon, el shogun Sakanoue no Tamuramaro llegó a la cueva y luchó con flechas contra el pirata que liberó 800 demonios (oni en japonés) de los acantilados.

El nombre Onigajo significa el castillo del ogro (o del demonio), nombre que también se le dio al castillo situado sobre el paso de Matsumoto-toge.

Una formación rocosa con cara de demonioo
Entramos en la cueva bajo la boca del ogro.

Desde el aparcamiento se pasa por el Centro Onigajo, que es principalmente un restaurante, antes de descender a una cueva formada bajo el acantilado. El camino recorre la formación rocosa y la atraviesa en un pasaje natural, que parece haber sido construido por la mano del hombre. También pasamos por otras rocas, entre las que hay rocas sagradas. Uno de ellos tiene una forma especialmente sorprendente, que recuerda a Totoro. Se puede caminar libremente por la cueva, que no es muy profunda y se abre a una gran extensión de rocas que forman una especie de playa elevada.

La roca león Shishi-iwa

Un poco más abajo de la costa, a unos diez minutos en autobús, se encuentra otra formación con una forma asombrosa: la roca Shishi-iwa (獅子岩), que se traduce literalmente como «roca del león». Seguro que has visto estos legendarios leones de melena rizada que custodian la entrada de algunos santuarios. La roca Shishi-iwa realmente parece una de estas criaturas con su boca abierta. Al igual que la cueva del Onigajo, esta roca se formó bajo el mar antes de aparecer en la superficie. Sentado en la playa, frente al mar, el león parece ser el guardián de este lugar.

El santuario Hananoiwaya

Desde Shishi-iwa tardarás unos 10 minutos en llegar al santuario Hananoiwaya (花の窟神社). Me gusta especialmente visitar este tipo de santuario: antiguo, sobrio, que te impregna de la filosofía original del sintoísmo. El santuario Hananoiwaya está construido alrededor de una enorme roca que alberga a la deidad Izanami no Mikoto.

A primera vista parece modesto, pero es uno de los santuarios más antiguos de la isla japonesa. Incluso algunos consideran que es el primero. Aparece en el Nihon Shoki (日本書紀), la colección de textos más antigua encontrada en Japón, que data del siglo VIII, y que narra el origen de Japón. La roca tiene 45 metros de altura y 80 de ancho y es a la vez la tumba y el refugio sagrado de la diosa. Izanami no Mikoto es una de las primeras deidades japonesas y se le atribuye la creación de las islas que componen el país. Al acercarme a la roca vi que muchas personas habían colocado pequeñas piedras blancas dentro de los agujeros de la roca. Uno de los visitantes me explicó que era una forma de simbolizar los deseos que se ponían en manos de la diosa.

A la entrada del santuario hay una sala llena de flores de temporada y obras de arte florales donadas por los peregrinos. El nombre del santuario, Hananoiwaya (花の窟), significa «la cueva de las flores». Este nombre mencionado en el Nihon Shoki hace referencia a una leyenda sobre las dos deidades creadoras de Japón: Izanagi e Izanami. Izanami murió durante el nacimiento de Kagutsuchi. En un arrebato, Izanagi mató a Kagutsuchi y enterró a su compañera en el pueblo de Arima. Los aldeanos comenzaron entonces a depositar flores en su tumba, dando origen al santuario de Hananoiwaya.

Si miras desde debajo de la roca, puedes ver una cuerda que la une a un enorme árbol que hay enfrente. En esta cuerda están atadas otras cuerdas que cuelgan en el aire. Dos veces al año se celebra un festival durante el cual se realiza un ritual para sustituirlas por unas de nuevas. Se celebra todos los años sin excepción el 2 de febrero, para pedir una buena cosecha, y el 2 de octubre, para dar las gracias. Los fieles se reúnen unos días antes para tejer los 170 metros de cuerda necesarios.

Las terrazas de los mil campos de arroz de Maruyama

Después de maravillarme con todos estos lugares naturales y sagrados, me propuse descubrir otro aspecto de las montañas de Kumano. Las terrazas de arroz de Maruyama cuya belleza proviene del legado de prácticas agrícolas centenarias. Maruyama Senmaida (丸山千枚田, literalmente «los mil campos de arroz de Maruyama») constaba de 2200 campos de arroz en el siglo XVII. Sin embargo, como el éxodo rural redujo considerablemente el número de agricultores en la zona, a principios de los años 90 solo quedaban 530 campos de arroz. Hoy, gracias a las asociaciones locales y a un programa de propiedad, hay 1.340 campos de arroz cultivados.

La forma más fácil de llegar desde la estación de Kumanoshi es en coche. Pero si dependes del transporte público, es posible tomar un autobús que te dejará al pie de los arrozales. Se tarda una media hora en llegar a la cima de los arrozales, siguiendo los caminos que discurren entre las distintas parcelas. Si vas en coche, puedes acceder a los arrozales por la carretera 40 y así comenzar tu visita en la cima bajando por los arrozales. 

En general, los visitantes prefieren venir en primavera, cuando los campos se inundan de agua y el cielo se refleja en ellos. Pero sería una pena no visitarlo si te encuentras en la zona en cualquier otro momento del año, especialmente porque cada estación aporta su propio toque especial al paisaje. En verano, los tallos de arroz crecen, y desde la distancia las terrazas parecen un enorme mosaico con innumerables tonos de verde. A principios de otoño, el arroz empieza a ponerse amarillo hasta que se cosecha. En invierno, la nieve cubre todo el paisaje. Personalmente, visité este lugar a principios de noviembre, después de la cosecha. Esperaba que lloviera para poder ver el cielo reflejado en los campos de arroz. Cuando llegué allí, hacia las 16:00 horas, el sol inundaba el paisaje, que finalmente era más colorido de lo que imaginaba. 

Información práctica

Todas las actividades de este itinerario son completamente gratuitas. Si quieres disfrutar de tu visita sin equipaje, puedes dejarlo gratuitamente en la oficina de turismo situada frente a la estación de Kumano-shi. Y si quieres aprovechar el aire fresco del Pacífico y el paisaje para dar un paseo en bicicleta, la misma oficina de turismo ofrece bicicletas de alquiler.

Para la parte de Iseji (Matsumoto-toge, Onigajo, Shishi-iwa y Hananoiwaya), todos los lugares están a menos de 10 km de distancia entre sí y existet un servicio de autobús. Asegúrate de comprobar los horarios con antelación (en inglés), ya que no siempre funcionan con frecuencia.

El paso de Matumoto-toge

Se puede acceder a pie desde la estación JR Odomari (unos 15 minutos). Accesible en coche desde el parking de Odamari (gratuito), basta con cruzar el paso de peatones elevado para llegar a la entrada del bosque. Si vas en coche, también puedes aparcar en el parking de Onigajo (gratuito), que está en el punto de llegada, hacia las ruinas del castillo. Desde el aparcamiento, sube hasta el aparcamiento de Odamari y cruza el paso de peatones elevado para llegar a la entrada del bosque. De este modo, puedes ir a la cueva del final y salir directamente de allí para continuar el recorrido hacia el suroeste.

La cueva Onigajo

Se puede acceder en autobús desde la estación de Kumanoshi tomando el autobús público Mie Kotsu, línea B o D. Bájate en la parada «Onigajo east exit«. En coche, puedes aparcar en el aparcamiento gratuito de Onigajo.

Abierto al público todos los días de las 9 h a las 17 h.

La roca Shishi-iwa

Se puede acceder a la cueva de Onigajo en 15 minutos con la línea 13 de autobús, o en 20 minutos con los autobuses públicos Mie Kotsu, línea B o D. Bájate en la parada « Shishiiwa bus stop ». Abierto ininterrumpidamente.

El santuario Hananoiwaya

Llegamos a este santuario andando unos 8 minutos desde Shishi-iwa. En coche se puede aparcar gratuitamente delante del santuario. Abierto todos los días de las 9 h a las 16 h.

Las terrazas de arroz Maruyama Senmaida

Desde la estación de Kumanoshi, se puede tomar un autobús urbano, la línea A y bajarse en la parada «Senmaida tori-toge iriguchi» (aproximadamente 1 hora). Ten en cuenta que solo hay 4 viajes en autobús durante el día. Otra ruta más larga está disponible 8 veces al día. También puedes tomar el autobús de la línea 13 desde Kumanoshi hasta Hatawa hashiji y cambiar a la línea E del autobús urbano hasta «Senmaida tori-toge iriguchi» (1 hora y 30 minutos). Abierto ininterrumpidamente.

La diversidad de los paisajes y la riqueza de su historia hacen de este viaje una experiencia única para conocer las tradiciones y prácticas espirituales del país. No es solo la belleza de los lugares, sino también todas las creencias ligadas a ellos, lo que hace de este viaje una experiencia rica y profunda.

Artículo patrocinado por la prefectura de Mie.
Traducido por Maria Peñascal

Clémentine Sandner

Clémentine Sandner

Designeuse d’origine française, installée au Japon depuis 2014. Venue dans l'idée de passer un an à Tokyo... je ne suis jamais repartie depuis ! Je me suis vite passionnée pour les textiles traditionnels japonais, et la beauté des paysages m'émerveille encore chaque jour. Après avoir vécu à Tokyo, Osaka et Miyazaki, je vis maintenant à Arashiyama, à Kyoto. Quand je ne suis pas derrière ma machine à coudre, j’aime prendre la route et parcourir la région à la découverte de l’artisanat local et autres trésors cachés.

www.mikanbags.com

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